Opinión
Capitalismo no es consumismo
Pasado el «Black Friday» (y también ese sucedáneo llamado «Ciber Monday») acaso convenga reflexionar un poco acerca de la auténtica naturaleza de esta jornada. Para muchos, el «Black Friday constituye la apoteosis del capitalismo: el hiperconsumismo desbocado durante el cual las grandes superficies multiplican sus ventas y, por tanto, sus ganancias. De acuerdo con esta interpretación, el capitalismo necesitaría de un desbocado consumismo y, a su vez, el ciudadano modélico bajo el capitalismo sería aquél que dilapida todos sus ingresos en compras a menudo innecesarias dando así rienda suelta a su afán gastador. Pero nada más alejado de la realidad. El capitalismo se fundamenta en la acumulación de capital, es decir, en la acumulación de inversión dirigida a incrementar nuestras capacidades productivas. Y para invertir en bienes de capital resulta necesario ahorrar. Toda inversión se financia con ahorro
–incluyendo aquella que se sufraga con deuda– y el ahorro surge, en última instancia, de restringir nuestro consumo. Si consumimos, no ahorramos y, si no ahorramos, no podemos invertir, y si no invertimos, no se acumula capital. Por consiguiente, si algo es el capitalismo es más bien una especie de anti-consumismo: un sistema donde el ahorro adquiere un papel mucho más fundacional que el consumo. Uno podría plantearse cuál podría ser la motivación de los ahorradores para invertir si el resto de la sociedad no busca incrementar su consumo: pero consumir las rentas que ha generado previamente nuestro capital sin impedir, en paralelo, que nuestro capital siga aumentando no es lo mismo que devorar nuestro margen de ahorro y nuestro capital para poder consumir compulsivamente. El ciudadano modélico y ejemplar del capitalismo no es el manirroto desenfrenado, sino el austero que es capaz de vencer sus pasiones más inmediatas por gastar y que, a cambio de tal frugalidad, consigue amasar un patrimonio personal generador de rentas del capital. No el consumidor que acude presto a hacer cola en el «Black Friday», sino el rentista victoriano: para crecer y generar riqueza en beneficio de toda la sociedad, necesitamos mucho más de los segundos y menos de los primeros. Por supuesto, con lo anterior no pretendo ponerme moralista. Cada persona es suficientemente adulta –y responsable– como para usar su libertad económica de la manera que considere más oportuna. Quienes hayan querido aprovechar el «Black Friday» para aumentar su gasto y adquirir bienes que les resultarán más o menos necesarios están en su completo derecho. Lo que, en cambio, sí pretendo poner de manifiesto con esta reflexión es que el capitalismo, como sistema económico, no exhibe ninguna dependencia de unos comportamientos consumistas que, en consecuencia, tampoco tiene necesidad alguna de promover. Quienes acusan equívocamente al capitalismo de hiperconsumista son los mismos que se oponen a las políticas de austeridad de los gobiernos y quienes, para más inri, están obsesionados con impulsar la economía a golpe de gasto. Ahorro, inversión y capitalización: eso, y no el «Black Friday», es el motor del desarrollo capitalista.
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