Opinión
Clima (s)
Aquí mismo he escrito a menudo, desde hace años, que me parece un fenómeno curioso, digno de estudio, el hecho de que problemas de crucial importancia en nuestro tiempo como el feminismo, el bienestar animal, la ecología en general o el cambio climático en particular, se hayan convertido en asuntos meramente ideológicos. Y cuando la ideología es la medida de todas las cosas, el sentido común y la racionalidad desaparecen siendo sustituidos por la pasión, la fe, o incluso el fanatismo. De este modo, resulta muy difícil, cuando no imposible, buscar y encontrar soluciones pensando en el bien común, en vez de hacerlo con la mirada puesta en la fidelidad a la facción ideológica hacia la que nos sentimos afectos. El clima, uno de los sistemas más complejos del mundo natural, es así pasto del cuñadismo y la simpleza más taruga, y constantemente podemos escuchar a personas que carecen de la más mínima formación científica dar clases de climatología apoyadas en la barra del bar. Recitando las consignas apropiadas. Convirtiendo la ciencia en poco más que un meme para memos. Pero incluso los recalcitrantes que se niegan a reconocer que algo ocurre deberían ser capaces de mirar a su alrededor para ver la realidad: porque los efectos destructivos de la suciedad, de la fealdad con que manchamos el planeta a diario, son evidentes. Industrias, transportes y edificios contaminantes, ineficientes y envejecidos. Una infinita producción de residuos, de basura tóxica, como ni siquiera Julio Verne pudo haber imaginado en sus pesadillas más locas. Un sistema alimentario que no resulta sostenible, basado en el derroche, con envoltura de materiales no reciclables, para satisfacción de los caprichos tontilocos de una humanidad cada día más numerosa, exigente, gorda y hambrienta. Una creciente deforestación que apenas satisface los deseos de consumo de generaciones para las cuales incluso los muebles son elementos de usar y tirar. O el problema de la energía, que se ha convertido en el sueño monetario y alquímico más húmedo de nuestro tiempo. Algunos países se han transformado en superpotencias recorriendo en cuarenta años el camino industrial que a otros en Occidente les costó más de dos siglos andar. Eso también tiene un coste…. En fin, el «Homo sapiens», que exterminó a la megafauna, o se sienta pensar o acabará incluso consigo mismo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar