Opinión

Opciones

Pese a todo, vivimos en un tiempo de extraordinaria abundancia. Jamás en la historia del ser humano había sucedido algo así. Nunca tuvimos más oportunidades. De hecho, los científicos conductuales aseguran que una gran parte de los problemas que enfrentamos cada día no tienen que ver con la falta de opciones, sino con la «vertiginosa abundancia» de ellas. El profesor de Economía de la Conducta Dan Ariely ha comprobado cómo las personas corremos de un lado a otro –de una oportunidad a otra– de manera poco práctica. Es cierto. Pasamos la vida, malgastamos fuerzas, intentando que no se nos «cierren puertas» sin darnos cuenta de que es un despropósito aporrear una puerta que, más que cerrada, en realidad ni siquiera existe. Pero es que las posibilidades son tantas que tenemos miedo de perder alguna importante, que resulte al final ser la mejor de todas, la que nos cambiará la vida… Los millenials, y los jóvenes que vienen detrás –aún más jóvenes– han crecido en un planeta en que las posibilidades parecen infinitas –una enorme variedad de posibles trabajos (variadamente precarios), lugares de residencia, parejas que solo esperan un toque en Facebook, o Instagram, o…–; hasta tal punto viven en un universo repleto de alternativas que no son pocos los que se paralizan, incapaces de decidirse por una cosa u otra, cayendo en la apatía, o incluso la depresión. Mientras, antes de nuestra época, la escasez servía de acicate para la voluntad y sus conquistas, ahora la súperabundancia anestesia hasta los sueños. Si bien, la ciencia demuestra que seguir llamando como locos a puertas que no deseamos cerrar, pero que nunca se abrirán para nosotros, es un impulso irracional, necio. Es algo que sucede incluso en política: elegir una u otra opción, gastando mucho tiempo en tomar una decisión, no resulta útil. Lo más seguro sea que decantarse entre dos probabilidades semejantes entre sí tenga un resultado también similar. Igual puede decirse de los pactos políticos: ¿por qué se emplea tanto tiempo, exasperando a los votantes, en tomar decisiones que, o bien ya están tomadas pero no se hacen públicas, o tendrían el mismo efecto al final del día…? No podemos hacer como aquel burro de la fábula que, incapaz de decidirse entre dos almiares idénticos de heno, murió de hambre.