Opinión

Navidades blancas

Días como los de hoy son perfectos para deslizar ladinamente un argumento que ya hacía tiempo tenía ganas de poner por escrito en una columna. Es el siguiente: no hay dos Españas y ninguna ha de helarte el corazón. Lo de las dos Españas queda muy bonito en poesía y está muy bien escrito, pero, aplicado a la cotidianidad, es solo una frase grandilocuente de colores primarios que, en la realidad estricta, ni se cumple ni nos aporta nada. Ni Podemos es estalinismo, ni Vox es fascismo. Vox propone en su programa cosas inconstitucionales con las que no estoy de acuerdo, pero no llevan porras ni cruces gamadas. Vox es más parecido a Trump que a la ultraderecha alemana neonazi. Podemos, por su parte, ni siquiera sigue el camino de Beppe Grillo o Salvini. Tienen un proyecto bienintencionado de sociedad, pero equivocado, para mi gusto, e incumplible. Ahora bien, a diferencia de los italianos, gastan mucho tiempo en buscar la manera de cómo podría cumplirse eso numéricamente de un modo razonable, partiéndose la cabeza para ofrecer a los españoles unas subidas de impuestos (que no funcionarían) pero que intentan apoyarse en la lógica y las matemáticas. Sus votantes no se resignan a quedarse en el extremo populista de los italianos de prometer por prometer sin buscar cómo cumplirlo. No es lo mismo la mentira de un cínico que el autoengaño de un cándido, por mucho que el resultado falaz sea parecido. Por tanto, ni unos ni otros me hielan el corazón. Son humanos. Son mis vecinos. No puedo sentir rechazo a tratar con ellos, solo deseo convencerles de que están equivocados, haciéndoles reflexionar todo lo que pueda. Hoy está de moda acusar de blanqueo a cualquiera que use argumentos como los que acabo de emitir. Te acusan por ello de blanquear a Vox o blanquear a Podemos, según el bando. Pero yo simplemente pienso que quien esté deseando que se le hiele el corazón está renunciando a lo más vital de esa víscera y a mí me gusta la vida. No voy a dejar entrar el hielo blanco en mi músculo cardíaco. Aquí el único que se ha blanqueado la vida ha sido Maradona. Volvamos de nuevo a la cultura democrática que hemos abandonado. Navidades blancas (y democráticas), queridos.