Opinión

Vías

Antes se hablaba de países «del tercer mundo», porque hay quien ignora que, puede que haya muchos mundos, pero de momento están todos en éste. Uno solo, pequeño y exhausto. El término, políticamente incorrecto donde los haya en un planeta cada vez más implicado en un concienzudo proceso globalizador, más ofendido y predispuesto a la protesta, cayó en desuso y pronto comenzó a hablarse de «países en vías de desarrollo», como si desarrollarse (al estilo occidental, claro) fuese la máxima aspiración de todo el globo. Sin embargo, la globalización (deslocalización de la producción industrial, movimientos migratorios de mano de obra depauperada, comercio de mercancías sin barreras, libre circulación de capitales…), más la revolución tecnológica e informática, han cambiado el paradigma histórico mundial. Hace años escribí aquí mismo que entiendo la globalización como un sistema de vasos comunicantes, de manera que tanto la economía como la cultura y las costumbres (buenas y malas) del planeta aparentan «igualarse» al ir mezclándose. No sucede así con la política (con el poder), y aunque en Occidente creemos que la democracia liberal es una panacea, olvidamos que la Tierra aún es diversa, y que lo que hasta ahora ha servido para garantizar la prosperidad y libertad de los occidentales quizás no sea considerado el mejor método en otros lugares. Ahí están los vasos comunicantes de la mundialización como prueba: ahora, contra la modernidad, que fuese sello de Occidente, hay un impulso mal llamado «tercermundista» cada vez más potente que, verbigracia, está cambiando el destino y las vidas de las gentes de Europa. Porque la modernidad ya no alienta el progreso, y es evidente la tercermundización: aumento de personas sin techo, inmigración descontrolada y desempleada, okupación inmobiliaria y proliferación de infra campamentos en parques de grandes ciudades, tensiones religiosas, suciedad, tribalismo, disturbios incendiarios, top manta, inseguridad jurídica, peligrosas y retrógradas locuras políticas que se normalizan, tráfico de drogas y seres humanos, corrupción sin fronteras, import-export de formas de violencia antes solo conocidas en algunos remotos lugares, que ahora se practican por doquier… ¿Será posible que estemos en vías de subdesarrollo? No es eso lo que dicen las luces de fiesta que engalanan, de manera casi rabiosa, las calles de tantos pueblos y ciudades. Pero hay dudas. (Bienvenidos a la nueva era).