Opinión
La mascota mártir
Podrán ir en procesión los independentistas a la plaza San Jaime para rasgarse las vestiduras, mesarse los cabellos y, como en las viejas novelas picarescas, arrancarse uno a uno los pelos de la barbilla, pero lo cierto es que el tribunal que ha inhabilitado a Torra está compuesto por hombres tan justos como los de Schleswig-Holstein, ni más, ni menos. Como es habitual, gentes como Rufián sobreactuarán todo lo que puedan y se harán los hiperventilados para disimular que los de ERC están aplaudiendo con las orejas la decisión de la Junta. Pero nada de esto hubiera pasado si Quim Torra hubiera tenido la talla de estadista que debería requerirse para un presidente de la Generalidad. Un representante institucional no puede permitirse cometer, por minucias infantiles, errores tan graves que afecten a todos. Se puede opinar que se ha escogido la interpretación más restrictiva de la norma, pero lo cierto es que este hombre se negó a retirar de los edificios gubernamentales símbolos partidistas durante la campaña electoral. ¿A quien se le ocurre perpetrar un delito que estaba entre los comprendidos contra la Administración Pública? ¿Es que no se había leído la ley? ¿No tenía asesores jurídicos? La reacción de Torra a los efectos de su propia incompetencia y falta de sagacidad política ha sido más antigua y naif que el perro «Mistetas». La cara de Budó, tras él, cuando compareció a las nueve de la noche era todo un poema. No basta con reunir exaltados en una placita para protestar, porque las instituciones no son tuyas, sino de todos los catalanes, la mayoría de los cuales no te apoyan. No hay que olvidar que el hombre que ahora ha sido inhabilitado fue definido por el New York Times como xenófobo ya en mayo de 2018. Que la democracia y el Estado de Derecho hayan ido a por él no tiene nada de extraño, sino que es lógico y tranquilizador. El Estado de Derecho no está para montar numeritos sino para actuar y avanzar poco a poco, inexorable, y llevar ante los tribunales a los que vulneran la ley de todos. Los numeritos como acarrear impresoras, subir y bajar banderas, gritar tirándose por el suelo, escupir, pueden ser muy efectistas, pero no construyen nada. Ahora, el Estado de Derecho pondrá a disposición de Torra todas las garantías que necesite para presentar sus alegatos de defensa. Esa es la grandeza de la democracia. Y ya sabemos que se pagarán las más caras minutas de los más dedicados picapleitos para retrasar todo lo posible las diligencias agarrándose a todos los posibles y más desesperados resquicios legales. Al fin y al cabo, eso mismo es lo que pasaba en Estados Unidos en la época de la ley seca. No olvidemos que en el historial de clientes de Gonzalo Boye figuran ilustres como Sito Miñanco. Pero lo importante es que el laberinto jurídico en que el separatismo más tocho se está metiendo puede durar muchísimo, ser arduo y tortuoso, complicado e incomprensible, y eso ya se darán cuenta que no ayuda en nada al catalanismo. Lo convierte en una cosa pesada, inexplicable, cabezota y poco práctica. Pleitos tengas y los ganes, decía la maldición. Querían montarse su propia república a medida, haciéndolo a espaldas de todos los catalanes, y no solo no han conseguido la República, sino que casi se han cargado ya del todo la Generalidad. Salieron a buscar a Itaca, inspirados por el viejo poema, en un arrebato heroico y un poco cursi. Pero ahora Torra descubre que cuidarle el gato a Odiseo mientras está fuera siempre ha sido un mal negocio.
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