Opinión

Felipes Fiestas

Terminaron a la vez las fiestas navideñas y la investidura. La buena noticia es que por fin vamos a tener gobierno. La mala es que pinta un gobierno desastroso, de nivel bastante bajo. Todo indica que no van a hacer gran cosa, ni dar una a derechas, con lo cual buscarán inmediatamente chivos expiatorios a los que echar la culpa de todo aquello que sean incapaces de hacer funcionar. Las primeras excusas oblicuas serán Felipe VI y la Constitución. Como labor preventiva, es bueno que vayamos ya descargando de culpas a ambas cosas y haciendo pedagogía sobre su positiva importancia.

No soy monárquico porque confío más en la estadística que en el azar genético, pero no me duelen prendas en reconocer que tanto el rey Felipe como su padre han beneficiado al país. Ni borracho se me ocurriría proponer mover la monarquía parlamentaria de donde está porque ha contribuido eficientemente al último medio siglo de modernidad en España. De joven, por ejemplo, yo estaba cumpliendo el servicio militar cuando estalló el 23-F. Hacia la puesta de sol se dio un momento en que nadie sabía bien qué hacer y allí podía haber pasado cualquier cosa, hasta el peor drama. Apareció entonces por televisión el padre del actual rey, con el uniforme militar puesto, diciendo que ese uniforme estaba allí para defender la libertad y la democracia. Ese simple gesto calmó el desconcierto general y todos se fueron a dormir tranquilos sabiendo que al día siguiente nos esperaba un día más de justicia y democracia. Con esos antecedentes, es comprensible que la familia real no caiga simpática a los golpistas. Sale además más barata al contribuyente que los fastos de algunas presidencias, como por ejemplo la italiana.

Podemos felicitarnos de nuestra familia real, y ellos también pueden felicitarse por ello. La impresionante bronca que se comieron en el Congreso los que intentaron faltarles al respeto no es más que un reflejo por boca de sus representantes del aprecio que les tiene gran parte de la población. Se lo tienen no solo a ellos (y eso inteligentemente no lo ignoran en la Zarzuela), sino también a lo que representan. Y ellos saben que lo seguirán teniendo mientras lo sigan representando.