Opinión
Partidito
Entrar en la administración pública por enchufe es uno de los mayores gustazos que se puede dar una, incluido el Satisfayer. Ahorrarse así los largos años de oposición. Las dioptrías. Los novios canallas a los que hay que renunciar para estudiar Derecho Administrativo… También vale opositar —se rumorea que ha sucedido; y me callo—, porque papá consigue los exámenes gracias a sus contactos pijos, y aprobamos la durísima oposición haciendo el esfuerzo de un fin de semana. Eso sí: de “muchos codos”. Desde los altos puestos de la Administración, la vida sonríe. Desde la cola del paro, la vida se desconjoncia. Una vez metido el pie, el resto entra de cabeza. Están los trienios, y eso. En el Estado una asciende más que un Sherpa. Además, el Estado español, aunque algunos le pongan esas pegas, da para mucho. Verbigracia, hay cantidad de divertidos puestos fijos diseñados especialmente para destruirlo. Trincar un puestazo gracias a un dedazo es el mejor sistema para combatir aquello del trabajo como maldición bíblica. Nueve de cada diez dentistas lo recomiendan como forma infalible de evitar el desempleo y el sarro. Aunque existe otro método: el partido político como negociete. El partido político hoy se ha convertido en un bisnes, un emprendimiento, una innovación. O sea: que chupar del bote del erario es cosa de empresarios creativos, pero con aversión al riesgo. Se monta una un partidito político, en plan autónoma, como quien abre una pyme (mi amiga Vanessa lo pronuncia “paym”), y visto el panorama electoral tan fraccionado que tenemos, pues oyes, siempre habrá quien pique… Digo: quien vote. Y los votos equivalen a euros contantes y sonantes. Que, además, están libres de impuestos. Vaya, que si una compara, no vale la pena ser emprendedora, verbigracia, de un negocio de bisutería on line, para tener que soportar burocracias enloquecedoras, inspecciones fiscales, multas, la rapacería de los gigantes de la web (ya no hay ‘buscadores’, hay ‘buscones' de internet), la presión insoportable para vender barato (en realidad, para regalar tu producto), las bajadas de azúcar debidas a la ansiedad y el hambre… No. Es mejor fundar un pequeño y cuqui partidito político. Y, hala, a negociar el precio de cada escaño. A roncar en el pleno. ¡A arreglar España! O a romperla, que está todavía mejor pagado.
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