Opinión

El bien es el mal y el mal el bien

Sardá me cae bien. A pesar de que estamos en espectros ideológicos diferentes, me gusta la persona y el personaje, ése que maneja el arte de la televisión mejor que nadie. Dicho todo lo cual el sábado en la Sexta Noche se pegó una pasada que nos dejó patidifusos: «ERC son los moderados y JxCat los radicales». Una boutade, cuando no una barbaridad. Olvidando, además, que como le escuché una vez al profesor Tierno «radical» es en puridad etimológica «el que va a la raíz de los problemas». Cierto es que luego, por esas cosas del anárquico uso del español, acabó aceptándose la acepción sinonímica de «intransigente». Sea como fuere, las palabras de Sardá no son más que un botón de muestra de los tiempos que corren en los que el nauseabundo relativismo moral del no menos nauseabundo pensamiento único se impone en función de los intereses del político de turno o del cultureta de guardia. Ahora resulta que un partido golpista, cuyos grandes símbolos, Junqueras y Forcadell, han sido condenados a 13 y 11 años respectivamente por sedición y malversación son «moderados». ¿Estamos locos? Y Torra, que es un racista zumbado y un delincuente pero menos delincuente que Junqueras, es el «radical». Las cosas de esta España sanchista en la que el bien moral es aceptar los votos de estos golpistas y de quienes asesinaron a 856 compatriotas para mantener la poltrona y el mal absoluto criticarlo. El hedor de esta España sanchista en la que el jefe de ETA, Arnaldo Otegi, es «un hombre de paz» y las víctimas de esta gentuza, bultos sospechosos. La anomalía ética de esta España desgraciadamente sanchista en la que pactar Navarra con Bildu es «progresista» y poner el grito en el cielo «fachoso». El resultado de la desvergüenza del hombre que da nombre a esta España y que el jueves se reunirá con un president delincuente que ha advertido que habrá más 1-O. La triste realidad de esta España que va hacia el desastre territorial y económico, eso sí, entre el aplauso de la mayor parte de unos medios que, bien por sectarismo, bien por parné, prefieren mirar hacia otro lado. Pero por mucho que lo intenten, el bien moral será siempre el bien moral y el mal nunca dejará de ser ese mal que nos enseñaron en Derecho Natural y en Filosofía. Ésa, y no otra, es la gran batalla que tenemos por delante.