
Opinión
Iguales
Pues monté mi partido político –cuqui, social, en plan pyme…– y me presenté por San Bragancio de Carpónel. Como la circunscripción es pequeña, saqué dos escaños con 456 votos. Eso sí: tuve que prometerles a todos mis votantes que, tras las próximas municipales, cada uno de ellos va a dirigir una concejalía. No será difícil, porque hay muchos asuntos que interesan a la ciudadanía y merecen un negociado municipal, desde la uñas postizas a la subvención para la BlackBerry. Conseguí un escaño para mí y otro para mi madre, pero ésta me increpó: «¿Quién crees que soy yo, el joven Bernie Sanders? ¿Putin…?». Me ordenó que corriese turno en la lista electoral, porque ella no está para plenos, así que coloqué a mi amiga Vanessa, que justo entonces estaba en paro porque su padre millonario ha dejado de pagarle un sueldo por no ir a trabajar a su muy influyente televisión local en Polígono Cobo Calleja. Mi amiga Vanessa es la monda. No es la pera, sino la monda. Aceptó, ilusionadísima. El primer día en el Congreso nos sentamos en la bancada del gobierno, pero una de las ministras nos echó una bronca que casi nos desenfoca. «¿Pero no decís que somos todos iguales, pues qué más da si me siento yo aquí y tú en el gallinero…?», le recriminé a la ejecutiva gubernamental. Pero nada, no logré convencerla, a pesar de que voy cogiéndole el truquillo a esto de la oratoria parlamentaria: la tía llamó a uno de los bedeles, que fue portero de discoteca en Transilvania y luego guardaespaldas de un ex presidente ucraniano, con lo que aprobó las oposiciones por meritorios puntos. Me cabreó tanta soberbia y le espeté: «Sí: minis-terios, ¡y muy minis!, ¡eso es lo que tenéis vosotras!». Porque quiero hacerle saber que vamos a ejercer la oposición hasta que nos hagan bastantes concesiones monetarias como para apoyar al gobierno. Bueno, y que cuando yo iba al colegio me enseñaron que somos todos iguales. Luego, en el instituto, me insistieron en ello. «¡Igualdad, fraternidad, infidelidad!», ese es mi lema desde entonces. Verbigracia, la reina Letizia y yo somos igualitas. Aunque ella vestida de Hugo Boss y yo del Mulaya. Pero eso es en teoría. Y si no, pregúntaselo a una ministra, a ver…
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