Opinión

Leyenda negra

En 1346, Caffa, ciudad a la orilla del Mar Negro, fue asediada por el ejército mongol, en cuyas filas se manifestó una enfermedad que diezmó a sus efectivos. Los sitiadores extendieron el contagio a los sitiados arrojando, mediante catapultas, los cadáveres putrefactos al interior de los muros. Ante el pánico desatado, la numerosa colonia de italianos, decidió huir, llevando consigo los bacilos difundiendo la peste por el resto del continente. La pandemia se extendió por Europa, originando entre 1347 y 1353, el exterminio de la población europea, reducida de 80 millones de habitantes a menos de 30. Su origen residía en la bacteria yersinia pestis, que afectaba a los roedores y se transmitía a través de las pulgas, las cuales inoculaban el bacilo a los humanos con su picadura, provocando una septicemia generalizada y cuya manifestación externa eran manchas oscuras en la piel –de ahí el nombre de negra–, y tras afectar al aparato respiratorio, lo que provocaba una tos expectorante, se extendía el contagio a través del aire. Los españoles hemos sufrido, como mínimo, dos relatos negativos sobre nuestra historia que ha perjudicado gravemente la imagen de nuestra patria. La primera fue la llamada «Leyenda Negra», una serie de bulos históricos contra la figura de Felipe II, promovidos por sus principales enemigos, señalado de instigar asesinatos sin evidencia alguna. La leyenda se expandió como un virus, con la acusación al «Imperio español» de toda suerte de crímenes cometidos sobre la población indígena de América, prosiguió con los bulos de ejecuciones ordenadas por el duque de Alba en los Países Bajos, y concluyó con la insidiosa campaña de presentar a España como un país oscurantista, atrasado y fanático a través de la labor de la Inquisición. Leía esta semana una entrevista al hispanista Henry Kamen en la que aseguraba que la Inquisición española no fue tan sanguinaria, y ponía fechas y datos como que hasta 1520 se ejecutaron a unas 2.000 personas, en contraste con los Países Bajos, dónde entre 1523 y 1566, se ejecutaron a 1.300, o bien que en todo el siglo XVI, la Inquisición ejecutó a más condenados fuera que dentro de España. La segunda acusación falsa fue la llamada «Gripe española», el virus de la gripe que en 1918 causó la muerte de aproximadamente 50 millones de personas, y cuya mortalidad se cebó especialmente en jóvenes sanos, de edades entre los 20 a los 40 años, en medio de una guerra mundial. Los países implicados en el conflicto, para no causar alarma social y evitar que la población se echase sobre ellos, y evitar la desmoralización de las tropas, decidieron censurar la información de la gripe, que causaba más muertes que la propia guerra. El primer caso se diagnosticó en el puerto francés de Brest, lugar de desembarco de las fuerzas americanas, que expandieron el virus por Europa, Como España se declaró neutral, se informó puntualmente del avance y la mortandad de la pandemia, acusando a los españoles de ser los responsables de la extensión de la gripe. Hoy, rodeados de miedos y pánicos por la virulencia y extensión del llamado «coronavirus», esperemos que no se acuse de nuevo a los españoles de ser el responsable de su extensión y propagación, y seamos en cambio un referente en el tratamiento preventivo y poniendo fin a la «leyenda negra».