Opinión
La gripe china
«El planeta es como un huevo. Cuando se rompe y se revuelve termina de color amarillo». No recuerdo dónde lo leí o a quién se lo escuché hace ya un tiempo, pero el autor de la frase se refería a la importancia creciente que estaba adquiriendo China en el mundo. El último ejemplo de ello es el coronavirus con origen en este país, que se ha extendido ya por medio planeta, que irá a más y que ha puesto en jaque, lo primero, la salud física de los humanos y, después, la economía mundial. A fecha de hoy, dada la interdependencia creada, lo que sucede en un punto del globo terráqueo termina afectando a la ciudad o país más lejano del mismo. Si, además, como es el caso, el origen del problema se encuentra en una de las superpotencias, el asunto se complica. Esta epidemia y las medidas internas adoptadas por Pekín tienen sus consecuencias económicas de múltiples maneras y en forma de falta de suministros para algunas empresas europeas que deberán parar su producción en los próximos días, con las consiguientes repercusiones para el empleo. Eso por no hablar de la caída en picado del número de turistas chinos a Europa y la suspensión de congresos, conferencias o citas deportivas en la mayor parte de los países. Son tan solo algunos ejemplos en lo económico y social. El Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio (OMC) han advertido sobre las consecuencias. El eje del mundo se ha desplazado del Atlántico al Pacífico y, cuando China coge la gripe, el resto del mundo se contagia.
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