Opinión

Las cosas de comer

Los de mi generación hemos escuchado en numerosas ocasiones que «con las cosas de comer no se juega». Sin embargo, con el paso del tiempo, ese carácter estratégico de la producción de alimentos se ha ido perdiendo. El problema no era que en las neveras hubiese leche o yogurt, sino que tenía que estar el tipo de leche o de yogurt que gustaba a cada miembro de la familia. Se daba por hecho y descontado que se trataba de una especie de «derecho adquirido» y que eso siempre iba a ser así. De ahí que el papel de los productores de alimentos, fundamentalmente de los agricultores y ganaderos y pescadores, haya ido perdiendo importancia y se minusvalorase. Sin embargo, ha bastado un principio de crisis, como la que estamos viviendo actualmente, para que esa creencia haya saltado por los aires. De pronto, nos hemos lanzado a las tiendas y a los locales de todo tipo, tamaño y condición de la distribución a acaparar alimentos y otros productos de primera necesidad, ante el temor de que pudiesen faltar, en una clara demostración de que, después de la salud y todo lo relacionado con ella, el beber y comer es lo más importante. La cadena agroalimentaria entendida en sentido amplio ha sorteado esta situación crítica, que llegó de pronto, con una nota elevada y se ha puesto de manifiesto la necesidad de contar con el mayor grado posible de autoabastecimiento de productos agroalimentarios. No se trata de volver a los tiempos de la autarquía, sino tan solo de poner las cosas en su sitio y establecer el orden de prioridades. Y, entre estas últimas, la producción de alimentos, algo a lo que ya no se daba importancia en los últimos tiempos, es una de ellas. Habrá un antes y un después de esta crisis, y la nueva Política Agrícola Común (PAC) deberá contemplar ese papel de agricultores y ganaderos como productores de alimentos y como un sector estratégico.