Opinión

Mayores

Los mayores están viviendo esta situación aterrados. Solos, en muchos casos. Frente al televisor, que retransmite incontables horas de tragedias pormenorizadas, de muertes de personas de su misma edad. Cadáveres amontonados en residencias. Desdichas contadas al detalle. La miseria de su desamparo alimenta el share de unos medios de comunicación ávidos de audiencia. Pero la audiencia de estos días está cautiva. Encarcelada en casa. Tomando buena nota de cada noticia, dato, pormenor. Sintiendo que todo eso podría estar ocurriéndole a cualquiera. Porque no escapa nada al recuento de realidad retransmitida en directo. Los mayores son protagonistas involuntarios de esta tragedia colectiva. La enfermedad se ceba con ellos, de modo que todo lo que los define y significa se hace público, se pregona. Tienen la edad favorita del Covid-19 para sembrar la muerte. Sufren la distancia obligada de sus familias, que no pueden acercarse a ellos o despedirlos. Se publicitan las muertes solitarias de ancianos que dejan este mundo sin poder agarrar la mano de un ser querido en el instante de exhalar el último suspiro. Todo se divulga sin cesar, para que no escape nada al relato de la catástrofe. Los mayores lo ven, sentados en el sofá de su casa, estabulados y encadenados al televisor, y se angustian, viven días inconsolables. Depresión, ansiedad y pavor son sus únicos compañeros de encierro. El terror perfuma sus habitaciones. Así, ni la peste de antaño fue tan espantosa en el sentido de que ahora no cabe la ignorancia, el desconocimiento. Los medios propagan y agigantan el dolor. Mezclar vejez, soledad, aislamiento forzado y miedo es un cóctel explosivo para unos corazones que ya no son tan fuertes. Nuestros mayores no solo están siendo las víctimas preferidas de la enfermedad, quizás también están muriendo muchos de ellos debido al puro miedo. Porque se puede morir de pánico. La expresión «morirse de miedo» no es solo una frase hecha, sino una verdad objetiva, biológica. Es un clamor popular que, aunque hay cosas que son inevitables, como la enfermedad del coronavirus, hay otras que sí podrían atemperarse: por ejemplo el relato escalofriante de los medios, que puede asustar y enfermar a los mayores. Por favor: hagamos un esfuerzo ayudándoles a soportar esta mala época con un poco de esperanza. Y que el miedo no sea su principal amenaza.