Opinión

Hechos

La competencia o incompetencia que luce o adolece cada cual es la más lacerante manifestación de que —por mucho que nos empeñemos— no todos somos iguales. Los individuos competentes son excepcionales y benéficos para la sociedad. Las personas incompetentes son aquellas que manifiestan con sus hechos que ocupan una posición para la cual no están capacitadas. Lo reconozcan o no sus fieles seguidores, enchufados, amigos y parentela. Por lo general, al común le ciega la ideología, y no quiere ver ni siquiera aquello que le golpea los ojos. Nos pasa a casi todos (excepto a los sabios). Pero lo cierto es que los hechos hablan mucho mejor y más claro que los dichos. «Por sus hechos los conoceréis». Los hechos dicen con claridad si una persona es o no competente. Claro que, verbigracia en el terreno político, el entusiasmo prima sobre la objetividad evaluadora. Un político puede ser incompetente a todas luces, excepto por la percepción que de él tengan sus fieles partidarios, que negarán lo evidente con tal de reforzar su fe secuaz, sus creencias ideológico-religiosas. A pesar de que cometan grandes desmanes, los fanáticos y entusiastas aplaudirán siempre a sus líderes. No aceptarán jamás que sus guías han cometido errores. Por eso, a pesar de su manifiesta incompetencia, muchos líderes del mundo —que después la historia ha juzgado por su crueldad, su brutalidad o su imbecilidad—, siguen teniendo legiones que los defienden. Pero el incompetente resalta. Sus lamentables efemérides certifican su presencia. Cada día que pasa se pueden ver las consecuencias de su falta de acierto, generosa estulticia y disparate distributivo. La persona incompetente es la pústula en el trasero de cualquier organización que la aloje y promocione. Una persona incompetente lo es cuando está descalificada para su trabajo. Cuando le superan las circunstancias. Cuando no comprende los cambios a los que se enfrenta desde su posición y toma decisiones equivocadas por dañinas. Cuando su gestión conlleva malas prácticas, soluciones mediocres o contraproducentes, deficientes previsiones, resultados catastróficos. Digan lo que digan los exaltados y los fans ideológicos, los hechos no se pueden negar. Gritan como energúmenos. Chillan sus contradicciones perniciosas. Porque el incompetente llega a confundir la mercadotecnia con el procedimiento, el sufrimiento ajeno con sus negocios, la teoría especulativa con la puesta en práctica mortal de sus tonterías… Oiga.