Opinión

La vida telemática

Qué remoto me parece hoy el anuncio del estado de alarma, aderezado en sus primeras horas con un millón de «memes» desternillantes. De la sorpresa hemos ido pasando al estupor, a una nueva realidad, consistente en guardar las distancias entre nosotros, madre mía, con lo que cura un abrazo. Y de ahí, hemos hecho todos el camino hacia la desinfección regular, a los guantes de usar y tirar, al quédate en casa, a las videollamadas, a la cola perenne para entrar en el supermercado, a los conciertos vía streaming, a las clases online, a trabajar con salvoconducto y sin apenas compañeros, a la noticia del ingreso de un amigo, a la muerte de otros tantos, a emocionarnos con todos los abuelos, a mirar de lejos las morgues sin querer imaginar su paisaje, al miedo contenido por nuestro núcleo duro, a esperar cada día con inquietud el parte de contagios y fallecidos, a los aplausos de las ocho. Al «Resistiré» desde los balcones, al «Tutto va bene» de la radio.

Las mascarillas se han convertido en objetos de lujo, ni te cuento los respiradores. Hemos aprendido que el mercado chino se las trae: la equipación asiática no acaba de llegar a nuestros nuevos héroes, que salvan vidas con batas de plástico. Otros «esencials» limpian, barren, reparten y reponen, levantan hospitales de campaña; el Ejército y la Guardia Civil son aplaudidos en Cataluña y Euskadi. La pandemia nos ha unido más que la copa del mundo de fútbol, quién nos lo iba a decir. En este nuevo universo telemático, todo gira en torno al coronavirus y sus inciertas consecuencias. No hay escapatoria posible, ni aquí, ni fuera de aquí. ¿Hasta cuándo?

Ahora nos informan de que los españoles hemos rebasado el maldito pico de la curva de contagios, a pesar del colapso de las UCI. Queremos creérnoslo. Imaginamos ya el camino de vuelta, escalonado. ¿Será posible en verano?

Eso apuntan desde ese conocido foco de coronavirus llamado La Moncloa. Cierto que el Gobierno se ha visto desbordado por este tsunami sanitario y económico. Pero pudo tomar medidas de prevención en febrero, y no lo hizo. Más allá de capear este temporal, Sánchez y compañía tienen la obligación de preparar meticulosamente el postconfinamiento. No vaya a ser peor su remedio que esta enfermedad.