Opinión
Optimismo
Estamos viviendo una especie de guerra. Si esta fuese nuestra guerra, podríamos contarla diciendo que no se oyen los estruendos de las alarmas antiaéreas ni de los bombardeos. En esta guerra solo se escuchan los sonidos del silencio. Muerte y silencio, pero no tráfico, ni voces en la calle o gritos de socorro, ningún niño corriendo para encerrarse en un refugio. Cierto que las guerras ya no son militares, sino biológicas, migratorias, comerciales… Unos países intentan debilitar a otros mediante batallas mercantiles. O llenándolos con droga barata que merme la voluntad y fortaleza de sus ciudadanos –por edad– más potentes y activos. O facilitando oleadas migratorias incontrolables, que colapsen los sistemas asistenciales y sanitarios del país rival. Etc. Pero, aunque no soy una optimista profesional, recibo diariamente tantas noticias malas que aseguran que el mundo se ha acabado y llega un horror desconocido, que me veo obligada a ponerme en guardia contra las profecías aterradoras y las opiniones unánimes. Sobre todo cuando son portadoras de miedo. Porque el terror es el arma de control de masas más eficaz. Reflexionando sobre la situación, creo que lo único que se puede decir con seguridad es que no sabemos nada con seguridad, y que por eso los profetas del Apocalipsis deberían ser prudentes. Especialmente porque suelen ser los mismos que, hace poco, juraban que esto era una «simple gripe». Creo que cualquier variable puede cambiar el panorama de un día para otro. Algo imprevisto, como encontrar una cura ya existente (no vacuna), lo transformaría todo. Se hablaba de una posible vacuna (cubana, nada menos) que estaría lista en pocos meses porque hay numerosas víctimas del cuñadismo rampante, analfabetos científicos y disfuncionales wikipédicos que desconocen cómo se hacen estas cosas, que requieren un plazo de tiempo muy largo (demasiado). Especulaban así los mismos que ahora profetizan escenarios de hecatombe mundial. Es cierto que, si volvemos a sufrir una crisis remotamente parecida a la de 2008, podría haber revueltas, invasiones migratorias, violencia, destrucción… Nuevas formas de guerra. Aunque, los que tienen en sus manos el poder absoluto, deben saber esto, y por la cuenta que les trae, quizás tomen algunas medidas –globales, no unilaterales– que lo impidan. Claro que, como la mayoría de ellos esté a la altura de sí mismos… tampoco deberíamos hacernos grandes ilusiones.
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