Opinión

Liderazgo

Copiar y pegar no es un invento tecnológico reciente. Se hace desde tiempos inmemoriales, verbigracia con modelos de legislación y gestión de las naciones. No hay más que cortar y pegar las leyes de aquellos países que «funcionan» para ir dando pasos en el desarrollo de otros, menos espabilados, o más perjudicados por la brutalidad o la ignorancia. Gran Bretaña y EEUU fueron (aunque muchos se nieguen a admitirlo) modelos en el siglo XX. Pero las cosas han cambiado. Aunque sería lógico pensar que la especie humana va mejorando, en cuestión de liderazgo político eso no está tan claro. La historia nos ha pillado in albis en unos tiempos en que la guerra clásica –armamentística, nuclear, siempre militar– ha quedado obsoleta. Ciberguerra, migraciones masivas orientadas, guerra biológica (¿virológica?)… son algunas maneras novedosas de conflagración, como han entendido ciertos países, pero no otros. La crisis del coronavirus nos plantea grandes cuestiones. ¿Cómo será el panorama geopolítico y económico mundial después de que todo se calme y se supere, sea cual sea el coste? ¿Cómo cambiará la influencia política y económica? ¿Cómo afectará esta trágica inestabilidad al papel de China en el globo? ¿Qué modelos guiarán a Occidente? ¿Cómo repercutirá en la globalización?… Son muchas las incógnitas. Pero algo nos puede orientar respecto a la hegemonía de unas naciones sobre otras: mirar cómo han respondido y actuado los distintos países frente a esta terrible amenaza. Podemos preguntarnos: ¿en qué territorios ha habido menos muertos (recuento final «verdadero») por coronavirus? ¿Taiwán, Japón, Suecia, Singapur, Corea del Sur…? Aún no lo sabemos, pero sí está claro algo: el impacto será menor en los países «mejor organizados» y capaces de liderazgo. Los más azotados por la mortandad (excepto si el clima los favorece) serán los peor constituidos, disfuncionales, mal coordinados o fracturados, donde el caos administrativo y político sea flagrante, con un reflejo también en lo social. Aquí, deberíamos hacernos preguntas muy delicadas, por ejemplo: ¿cómo funciona España en situación de emergencia fatídica? Dejando aparte las redes de seguridad y solidaridad familiar y social, que siempre trabajan bien, tendremos que evaluar si el sistema político y administrativo es operativo, moderno, sencillo y eficaz, o si por el contrario lo entorpece todo y puede multiplicar los daños. Habrá que meditar sobre ello. Y, por una vez, obrar en consecuencia.