Opinión

De la economía de los «males de la Patria» a la vigilancia de «esos males»

En 1890 Lucas Mallada publicó un ensayo cuyo título inicial hizo fortuna: «Los males de la Patria». Y, desde luego, en aquellos momentos éstos eran evidentes. Según la estimación de Angus Maddison en The World Economy: Historical Statistics, en dólares Geary-Khamis 1990, ese año de 1890, el PIB por habitante en Francia era de 2.376; el de Alemania, de 2.428; el del Reino Unido, de 4.009, y el de Italia, de 1.667, siendo el de España de 1.624. Naturalmente, estaba esto vinculado con datos relacionados con la mortalidad, con las situaciones revolucionarias en torno a 1919, al analfabetismo, y a una sensación de notable subdesarrollo, por ejemplo en los transportes. Ante eso se produjo la reacción crítica de importantes economistas, que denunciaron de modo continuo, dónde se encontraban las raíces de esos evidentes «males de la Patria». Basta recordar la correspondencia de Flores de Lemus con Maura ante los planteamientos fiscales, y también en relación con la regulación bancaria y con la arancelaria puesta en marcha por Cambó como ministro de Hacienda en 1921-1922; o la muy dura de Olariaga ante pintorescas reacciones para no devaluar la peseta, por cierto en diálogo con Keynes ; o las diversas y oportunas críticas de Bermúdez Cañete sobre a la desatinada política agraria de Marcelino Domingo; o, en 1935, el ensayo de Perpiñá Grau De Economía Hispana, publicado, primero, en el Weltwirtschaftliches Archiv (enero de 1935), y segundo, en espsñol -como apéndice significativo en el comercio internacional- de Haberler, en 1936, con un completísimo análisis en un apartado titulado exactamente El sistema autárquico español, evidentemente crítico.

Tras la Guerra Civil, la economía, muy complicada con el trastorno forzoso derivado de la II Guerra Mundial, ante la posibilidad de que el anterior modelo económico se mantuviese, Manuel de Torres publicaría un libro durísimo titulado «Juicio de la actual política económica española». Y no es posible olvidar el impacto que, como crítico a las bases de los planteamientos existentes en política económica, surgió en Valentín Andrés Álvarez, en 1941, dando noticias de la postura de Eucken, pronto ampliada por la llegada a España del gran economista alemán Stackelberg, quien en sus cursos universitarios amplió el mensaje inicial de Valentín Andrés Álvarez sobre el papel esencial que tienen los empresarios cuando actúan en mercados libres.

Para ampliar esto se decidió contrastar estas posturas con adecuadas medidas macroeconómicas. Esa fue la base de que Torres decidiese la confección de la Contabilidad Nacional del España de 1954 y Valentín Andrés Álvarez confeccionase, también, la Tabla Input-output, para 1954. El centro de donde surgía buena parte de todo esto, era la Sección de Economía del Instituto de Estudios Políticos, donde un amplio conjunto de economistas -muchos de ellos, discípulos de Flores de Lemus, caso de Ullastres- reaccionaban políticamente con claridad. Otro grupo existía en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas. Allí se encontraba un planteamiento adicional importante, con Torres explicando Comercio Internacional, basándose en Haberler y Viner, en postura, pues, totalmente favorable a la liquidación del proteccionismo y a la ampliación, todo lo posible, del mercado libre; y no se olvide a Olariaga, que exigía mejoras radicales en el sistema crediticio, comenzando por la estatificación del Banco de España; y también la figura de Sardá, convertido en pieza clave del Banco emisor una vez estatificado; añádase la recepción afectuosísima de Eucken en España, al dirigir un curso de verano en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander, donde estuvo acompañado de multitud de catedráticos de economía, mientras exponía ampliamente su modelo, publicado en español, al final de sus palabras. Todo esto es lo que se encontraba en 1957 detrás del ambiente político, abriéndose la puerta del Gobierno a Ullastres en el Ministerio de Comercio, a Navarro Rubio en Hacienda, al cese en el INI de Suanzes, y a la sustitución en Trabajo de Girón por Sanz Orrio. Y así comenzó en 1957 un cambio radical en nuestra política económica para adecuarse a la liquidación de los «males de la Patria». El resultado fue que, de 1890, fecha de tal mensaje, a 1957, en esos 67 años, el PIB por habitante creció un 88,2%; pero de 1957 al centenario de la mencionada publicación, o sea a 1990, en solo 46 años, el crecimiento del PIB por habitante fue del 356,5%.

Y en vista de lo mencionado ¿debemos quedarnos tranquilos? Nada de eso; mas, especialmente, en estos momentos hay que volver a Lucas Mallada y pensar, no en los «males de la Patria», sino en los males que pueden llegar a la Patria si se abandona el camino anterior, que ahora está perturbado por el olvido creciente de las ventajas de la economía de mercado. El fantasma del intervencionismo por el sector público ¿no vemos que reduce las posibilidades empresariales de libertad de mercado? Y a esto tenemos que añadir que el peligrosísimo avance de la desglobalizacion está presente cada vez con más fuerza, y en este momento, aumentado por la pandemia, que, al unirse a los ataques el mercado libre, obliga a que se vigilen ambas cuestiones, porque constituyen ya evidentes «males de la Patria».