Editoriales

Nos jugamos el futuro de España

Sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados
22/04/2020PoolPool

El PIB, el mayor indicador para saber la estado de la economía de un país y su riqueza, corroboró ayer los datos negativos que se esperaban. El primer trimestre del año, de enero a marzo, se hundió un 5,2%. Si tomamos como referencia que el primer trimestre de 2009, en plena Gran Recesión, el desplome máximo fue de un 2,6%, podemos comprender mejor que la parálisis de la producción y el conjunto de la actividad comercial ha tocado de lleno a factores determinantes como el consumo interno, el gasto familiar (7,5% menos), la inversiones (-5,3%), las exportaciones e importaciones (-8,4%); afectando especialmente a sectores como el comercio, transporte y hostelería (-9,7%), construcción (-8,1%) e industria (-2,1%), aunque el récord se lo lleva el ocio y la actividad cultural, que por más que se le considere en un segundo plano no es una anécdota: 10,7 puntos negativos. Es decir, en los datos facilitados ayer por INE, en las dos semanas de confinamiento se llegó a perder un 40% de la actividad. La radiografía que se ofrece es la parálisis que sufre el país, aunque en estos datos todavía no están incluido el impacto del Covid-19 en el segundo trimestre, que será el más fuerte, de abril a junio, en plena epidemia y sin saber cómo va a arrancar plenamente la actividad.

Nada que no supiéramos, ya que el Banco de España había presentado unas previsiones que nos podían parecer exageradas, con una caída del PIB del 13%, pero que es un hecho que el destrozo será mucho mayor una vez incluido el segundo trimestre. Por no añadir los efectos que tendrá en el sector turístico, en toda la península, pero, sobre todo, en Baleares y Canarias, cuya industria exclusiva es esa. No se trata de añadir más datos negativos para convencernos de que la situación es grave, pero lo extraño es la actitud política que mantiene el Gobierno. Por una lado, propone la creación de la Comisión para la Reconstrucción y pide, como no podía ser de otra manera, que el PP se implique, pero sin embargo no acaba de contar con el primer partido de la oposición para una crisis que ya ha empezado de lleno, aunque con una característica que la diferencia de la anterior. Si en 2009 y 2012 fue especialmente financiera, ahora es productiva, pero con un añadido: muchas de las empresas que ahora están cerradas por la llamada «hibernación» no podrán reanudar de nuevo la actividad. De ahí que la clave sea la desescalada que tan confusamente planteó el Gobierno esta semana. En una operación tan compleja como la de reactivar la actividad por fases y en función del cumplimiento de unas normas de seguridad, con un desarrollo territorialmente asimétrico y cuya operatividad va a depender de que cada paso anterior se realice con éxito, no puede realizarse sin la colaboración del gran partido de oposición, que gobierna en muchas de estas administraciones. Nos jugamos demasiado como para entrar en la pugna política que personajes tan nefastos como Pablo Iglesias está propiciando. Ahora bien, el PP debe estar ya sentado en una misma mesa que el Gobierno, sea en la Comisión para la Reconstrucción cuyos miembros no serán elegidos hasta el próximo jueves o en contacto permanente con La Moncloa.

El escenario previsible es que España necesitará un apoyo financiero de 150.000 millones de euros, procedente de diferentes organismo europeos –como prevé Moody’s–, lo que va a suponer un rescate en toda regla, aunque desconocemos en qué condiciones. En la Gran Recesión se pudo evita propiamente el control de nuestra economía porque las exigencias –el célebre Memorándum– se centraban en la banca y no en la política económica y laboral. Lo que no ayuda en nada en estos momentos es un Gobierno con una participación desbocada de Iglesias en su mejor estilo guerracivilista y clamando por más gasto público para saciar un programa de intervención social absoluta. Que el Gobierno del PSOE se ponga a trabajar y el PP, bajo unos objetivos que ayuden a sacar nuestra economía del colapso, arrime el hombro. Nos jugamos el futuro de España.