Opinión
La fuerza
Si hay algo terrible sobre el género humano, que cualquier pandemia pone obscenamente de relieve, es aquella verdad que Joseph Conrad escribió en “Hearth of Darkness”. Es la siguiente: “Una salud triunfante en medio de la derrota general de los organismos constituye por sí misma una especie de poder”. Lo cierto es que el azar ciego de los virus nos pone ahora de una manera desnuda frente a esa desagradable realidad. Pero, además, el escritor polaco-ucraniano, que tallaba el inglés a estilizados machetazos, prolongó el argumento con estas otras dos frases inolvidables: “La fuerza no es sino una casualidad nacida de la debilidad de los otros. Nada de lo que uno pueda vanagloriarse cuando se posee”.
En esas tres frases podemos encajar casi todo lo que ha pasado en los últimos tres meses y lo que va a pasar en los próximos veinte. Desde la imprevisión del poder ante el avance del virus, la despreocupación de la gente yéndose a reuniones a Perpiñán, la negociación financiera que nos espera con el resto de los países de la unión, los chantajes mutuos que se harán pequeñas zonas y sus exhibiciones de fuerza ante los poderes centrales, etc. Toda la historia de civilizarse ha sido la de una lucha de la sensatez, la justicia y la paz contra el horroroso azar ciego que deposita la fuerza en un plato u otro de la balanza, de una manera arbitraria, debido a una secuencia de acontecimientos incontrolables. La fuerza y el poder son realidades contra las que no conviene estrellarse, pero nadie me va a convencer que sean motivo de vanagloria o respeto por el mero hecho de existir. Siempre he sido partidario de curar la debilidad con reconstituyentes. La fuerza es relativa: siempre puede aparecer alguien más fuerte que tú. Puesto que la fuerza es una casualidad situacional nacida de la debilidad ajena, si acabamos con esta última reducimos la posibilidad de aparición de fuerzas desmesuradas. Muerto el perro, se acabó la rabia. Cuanta sutileza lógica hay en las frases y pensamiento de Conrad. Cuando pienso que, hoy en día, lo único que hemos sido capaces de hacer es sustituirlas por lemas simplones de gran éxito como “que la fuerza te acompañe” me hago cruces. Que le den a la fuerza.
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