Opinión

Paz y golf

No se me ocurre que puedan existir dos escritores más antitéticos que P.G. Wodehouse y Paco Umbral. Sus estilos son opuestos, pero también lo son sus esquemas narrativos, los temas que les interesan, sus géneros favoritos y el tono y la intención de sus discursos. A pesar de ello, como lector disfruto de ambos y esa es la grandeza de la escritura. He dedicado gran parte del confinamiento a releer a Umbral. Su tono desencantado, a veces tenebroso, tiene una fuerza, una viveza, que intensifica la sensación de respirar. Una lectura que debería parecer fatalista y depresiva contribuye de una manera insospechada a las ganas de vivir, de pelear, de sentirse vivo. Si eso sucede es porque el escritor, en sus ganas de acertar, ha puesto tanta energía que se transmite desde las frases. Se contagia tanto a través de la exigente adjetivación como de un humor negro que a veces, a fuer de querer concentrar en ambos una información tan compacta, resultan casi conceptistas. Es entonces cuando detecto el leve rasgo de estilo que podría ser el único punto en común entre el británico y el vallisoletano. Es el humor. En Umbral se resuelve en negrura seca y directa, que pela la realidad hasta dejarla en ese hueso mondo que se oculta en su centro. En Wodehouse, el humor también está en el centro, pero no se despliega conceptista sino todo lo contrario. El inglés picotea en torno a un suceso, da vueltas con el lenguaje a su alrededor, se acerca cautelosamente, disimulando, mientras nos distrae silbando comparaciones felices y paradojas. Luego, inesperadamente, como el vallisoletano, entra a matar. Los dos, a través de tipos diferentes de humor, resaltan la incongruencia de la vida.  Cuando me he sentido estos días fatigado de tanto miedo, tanto virus y tanta suciedad, he cogido los relatos de golf de Wodehouse y ha sido como escuchar la flauta de un fauno sobre las aguas de un lago remansado. El primer día del desconfinamiento cogí la bicicleta y me fui a pasear junto al campo de golf contiguo a casa. Me di cuenta de que, al haber tenido una vida agitada, jamás tuve tiempo para interesarme en ese juego de prados verdes y amplias perspectivas. Y una súbita nostalgia me invadió de repente.