Opinión

¿Es la guerra?

Tiene toda la razón Oriol Aspachs, director de estudios de Caixa Bank Research, cuando en el Informe Mensual de esta institución, correspondiente a mayo de 2020, publica el artículo «Una recesión propia de la guerra». Y por ello, exactamente como me sucede a mí, dada su extraordinaria importancia, acude a publicaciones recientes del Banco España para contemplar el panorama actual y las características básicas del mismo. Menos mal que existe esta espléndida institución, porque nos orienta, y, simultáneamente, impresiona a causa de la situación española que nos ofrece en estos momentos, y que parece ignorada por parte de alguno de los numerosísimos ministros del Gobierno Sánchez-Iglesias. ¿Y, efectivamente, el paralelismo bélico es el adecuado? Estoy de acuerdo con Oriol Aspachs que «el coste humano es muy inferior» en la realidad actual que, por ejemplo, el que existió en España de 1936 a 1939, pero no sé si la vuelta a la normalidad en el caso de la actual crisis «será mucho más rápida». ¿La vuelta de la crisis económica de 1930 fue más rápida que la de la II Guerra Mundial?

En el caso concreto de España, cuando ya ha pasado algo así como cerca de medio año de los primeros síntomas del ataque del covid-19, nos encontramos dentro del impacto causado por un virus, que pasa a tener consecuencias económicas bastante semejantes en España a las que se hubiesen planteado, si una potencia fronteriza en las aguas del Mediterráneo hubiera decidido agredirnos. En tal caso, se hubiera reaccionado con una movilización de altas dimensiones, crecientes además si el conflicto se prolongaba y, como sucede en el caso de una larga duración de la actual enfermedad, también eso originaria el forzoso abandono de tareas que exigen población activa continuamente. Ahora notable parte de ésta se ha encontrado recluida en casa, en parte para evitar el contagio y en parte, al estar despedida de sus tareas a causa de la crisis. En la situación derivada de una guerra, la población activa estaría en instalaciones militares. El mecanismo productivo resulta así alterado de modo parecido, y con ello, en ambos casos, se reduce el PIB.

Automáticamente, en caso de que ese conflicto afectase al Mediterráneo, surgiría una práctica eliminación del turismo, como ahora exactamente ocurre y una complicación en importantes distritos industriales, a causa de los enlaces perturbados, por causa de dificultades en el comercio y la financiación internacional. Pregúntese ahora mismo en el distrito industrial que encabeza Barcelona, si no se plantea en estos momentos lo sucedido con Nissan. Pensemos en las destrucciones de grandes tinglados industriales. Y no digamos el impacto paralelo que en ambos casos sucede con las pymes, que precisamente sufren de manera extraordinaria cuando aparecen conflictos internacionales que, incluso, eliminan, no sólo a los obreros, sino, por las movilizaciones, a los empresarios. La alteración de los mercados y la falta de población activa conducen de inmediato a crisis empresariales de todo tipo. Desde marzo de 2020 contemplamos la amplitud de este fenómeno, como, por ejemplo, se observó en Barcelona –hay buenos estudios sobre ello–, a partir de julio de 1936,que por ejemplo, explican el paso de Sardá de la zona Republicana a la Nacional, y otras muchas emigraciones.

Para que la defensa nacional funcione adecuadamente frente a una agresión, se precisa que aumenten los gastos presupuestarios, que previamente se habían previsto de otro modo. En España basta recordar lo que supuso liquidar, tras el desembarco de Alhucemas, la guerra del Rif, porque inmediatamente se alivió el presupuesto, y se pudo financiar de modo adecuado el llamado Circuito Nacional de Firmes Especiales, o sea, aceptables carreteras. En el caso actual, por encontrarnos dentro del área del euro, surgen problemas ya que ello nos obliga a debates con los otros países de esta moneda, y también se obliga a una reducción forzosa del gasto público relacionado con el bienestar de la población, a más de replanteamientos vinculados con la estructura crediticia. ¿Eso es muy diferente de lo que estamos ya contemplando?

Y los trasportes de mercancías y viajeros, amenazados por posibles ataques aéreos sobre las vías de comunicación, experimentarían cambios importantes, similares a los que causan las medidas de bloqueo, con impacto inmediato en los puertos, de modo muy destacado para España en las fronteras, en los aeropuertos, e incluso, en las separaciones entre comunidades autónomas, entre provincias o también entre municipios. Y finalmente, es preciso tener en cuenta que, en una etapa bélica, pueden surgir situaciones imprevistas: acabamos de ver eso ahora, cuando surgió, por ejemplo, la cuestión imprevista y reciente del falseamiento de los tests de detección de la enfermedad que padecemos.

Por eso nuestro panorama actual, ¿no da la impresión de que conviene, para actuar adecuadamente, haber leído por lo menos, el ensayo de Keynes publicado precisamente en 1940, o sea,, en plena guerra «How to pay for the war»? Por lo tanto, ochenta años después, y en buena parte, gracias a los informes del Banco de España, expuestos por Hernández de Cos, es conveniente tenerlos en cuenta, como fue para Gran Bretaña hacerlo con la aportación de dicho economista. En España debemos preocuparnos en caso de que veamos que no se limita a lo practicado en Inglaterra, a partir de 1940. Probablemente, porque allí tenían a Churchill, y aquí tenemos a Sánchez.