Opinión
Hasta luego, cocodrilo
Con el tiempo he aprendido a desmitificar la muerte entendiéndola como una parte inexorable de la vida
Se ha dado por finalizada la búsqueda y captura del cocodrilo que, presuntamente, paseaba su majestuosidad por aguas del Pisuerga a su paso por Valladolid, quedando toda la aventura en nada. Tan solo unos inquietantes días en que a muchos lo cotidiano se les convirtió en inquietante ya que, a pesar del confinamiento, podrían haberse encontrado con el enorme reptil a las puertas de su casa y eso ni al más valiente puede dejar impasible. Tengo parientes políticos que andaban bastante agitados con esta idea puesto que sus hogares están acordonados por este caudaloso río. Yo, a pesar de que el peligro está desestimado, no andaría muy tranquila, y ahora que volvemos a la libertad –odio el nuevo tópico de “la nueva normalidad”-, me iría con viento fresco hacia otros lares por una temporada. No sé, pero a mí el asfalto me tranquiliza. Me he sentido revivir al volver a disfrutarlo en estos días en que la libertad me ha permitido callejear a tope.
Sí, los tópicos me asquean y mucho más si nacen de la boca de gentes non gratas que peroran sin fundamento, con embustes tratando de hacer blanco de lo negro. ¡qué asco! Pero hoy no quiero meterme demasiado en la penosa actualidad política sino dedicar un pequeño recuerdo a los muertos, tanto del cáncer como la Sardá, Donés y por ahí, como del Covid 19, o sea, todos los demás. Con el tiempo he aprendido a desmitificar la muerte entendiéndola como una parte inexorable de la vida, así como no creer en nada salvo en mí misma, como dejó dicho John Lennon (I just believe in me) ya los demás pueden fallarte en cualquier momento, las brujas no existen, las religiones sólo han generado guerras, y uno siempre se tiene a sí mismo y a su mente como recia y sólida salvación.
Apena ver cómo las ratas huyen del barco porque huelen y presienten su naufragio. En el caso de España no sólo empezaron a escapar multinacionales como Nissan sino también obras de arte como el Mata Mua, de Gauguin; Caballos de carreras en un paisaje, de Degas; Martha Mckeen de Wellfleet, de Hopper, y El puente de Charing Cross, de Monet, propiedad de la baronesa Thyssen, que es mujer lista/inteligente y sabe lo que hace con sus cuadros. Lo de Nissan causa ruina para muchos. Lo de las obras de arte, desprestigio y emburrecimiento. Pero así anda España entre la miseria económica y la cultural, como en la posguerra.
Ciertamente es como si hubiéramos retrocedido unos setenta años, ¡qué pena! Con lo que cuesta evolucionar y alcanzar metas. Soy muy pesimista con la situación política y, francamente, no me importaría irme a otro país más amable a esperar que cambien las tornas, pero también pienso que el exilio es de cobardes, huir es de cobardes, y todos aquellos comunistas que se fueron de España después del treinta y seis y volvieron cuando Don Juan Carlos asumió la Corona fueron considerados héroes. Héroes de pantalón cagado, claro. Pero no saquemos ahora a los muertos de sus sarcófagos y vamos a aceptar con calma los acontecimientos tal como ocurren sin exigirles que sucedan como deseamos, siempre y cuando tengamos la voluntad bajo nuestro poder. Envejecer y llenarnos de arrugas por ver el telediario y leer los periódicos no nos lleva más que a eso: a hacernos ancianos antes de tiempo. Así que, lo dicho, sacando provecho, si se puede, a la situación actual incrementamos fortalezas que quizá aún no conocemos, venciendo así nuestras debilidades mentales y hasta físicas, con lo cual, de alguna manera, habremos ganado la batalla.
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