Opinión
España: colapso económico y récord de mortalidad
El Fondo Monetario Internacional acaba de actualizar sus previsiones de crecimiento para las principales economías mundiales durante este 2020. Como es obvio, el conjunto del planeta se hallará en el peor momento desde la II Guerra Mundial. La pandemia del coronavirus ha golpeado con dureza las bases de nuestros modelos productivos y, por tanto, va a socavar la evolución de nuestra actividad. Muchas empresas han permanecido cerradas –o funcionando a medio gas—–a lo largo de la primera mitad de 2020 –ya sea porque los gobiernos les han ordenado echar el cierre temporal o porque carecen de capacidad para entrar en funcionamiento– y si el sector privado se para, el PIB cae en seco.
Aunque podría parecer interesante observar cuál es el ranking de economías que, de acuerdo con el Fondo, van a experimentar un mayor desplome durante este ejercicio, en realidad es mucho más pertinente poner ese ranking en relación con otro. A saber, con el del número de fallecidos por millón de habitantes. A la postre, los dos objetivos que supuestamente han buscado los distintos gobiernos durante los últimos meses han sido el de salvar vidas y el de salvar la economía, de manera que es razonable que se los juzgue en función de esos dos parámetros.
Si lo hacemos así, podremos descubrir cuatro grupos de países: los que han conseguido salvar vidas y salvar la economía –bajo número de muertos por millón de habitantes y caída moderada del PIB–, los que han conseguido salvar vidas pero no han salvado la economía, los que han salvado la economía pero no han salvado vidas y los que no han salvado ni vidas ni la economía.
Así, dentro del primer grupo –países exitosos en ambos frentes– encontraremos a determinadas sociedades asiáticas, como Corea del Sur, Singapur o Japón; a las principales economías de Oceanía (Australia y Nueva Zelanda); a los países del Norte de Europa con la excepción de Suecia (Dinamarca, Noruega, Finlandia o Islandia); y a algunos países centroeuropeos como Polonia, República Checa o Hungría. Todos ellos mantienen la caída esperada de su PIB por debajo del 7% y el número de muertos por debajo de los 400 por millón de habitantes.
En el segundo grupo, los que salvan vidas pero no la economía, encontramos a países como Alemania, Holanda y, sobre todo, Grecia. Es decir, sociedades relativamente eficaces a la hora de controlar la pandemia, pero a costa de paralizar su economía. En el tercer grupo se ubican sociedades como Bélgica –aunque probablemente por su método de contabilización de los fallecidos, donde se incluyen todos los casos potenciales, no sólo los confirmados, de muertes por coronavirus– y Suecia –que erróneamente buscó alcanzar la inmunidad de grupo sin adoptar medidas de distanciamiento social–.
Y en el último grupo, aquél en el que nadie desearía estar, se hallan las sociedades que por diversas razones han gestionado peor la pandemia: Reino Unido, Francia, Italia y España. Nuestro país, de hecho, es el que carga con la combinación pésima: es aquél cuya economía experimentará un mayor hundimiento (12,8% del PIB en 2020) y también uno de los que ha sufrido una mayor mortalidad por millón de habitantes (más de 600 fallecidos). La razón de este descalabro, claro, es que la pandemia penetró de un modo muy intenso en nuestra sociedad debido a la exasperante pasividad gubernamental hasta pasado el 8-M. Incomprensible que el Ejecutivo, después de semejante fracaso en ambos frentes, siga autofelicitándose por su calamitosa gestión.
Manipulaciones Oxfam
La organización pro-gubernamental Intermon Oxfam publicó esta semana un informe con un llamativo titular del que se han hecho eco varios políticos populistas como Íñigo Errejón: las 23 personas más ricas de España aumentaron su fortuna en casi 20.000 millones de euros desde el comienzo del estado de alarma. La conclusión parece obvia: mientras todos los ciudadanos se han empobrecido, los ultrarricos se han seguido enriqueciendo a costa de todos los demás. Pero el titular perpetrado por Oxfam es pura manipulación: lo que se callan es que, entre mediados de febrero y mediados de marzo, esos mismos ultrarricos se empobrecieron en unos 38.000 millones de euros. Es decir que, de momento, el saldo de la crisis les sale tremendamente negativo. Como a todos los demás.
Encarecer el teletrabajo
El Gobierno PSOE-Podemos parte de una hipótesis tan falsa como problemática: todo lo que es bueno para el empresario resulta necesariamente malo para el trabajador. Así, al aplicar este prejuicio al caso del teletrabajo, la conclusión a la que llega el Ejecutivo es que si algunas empresas van a salir ganando –dado que se ahorrarán algunos costes, como alquileres de oficinas o suministros básicos–, entonces los trabajadores saldrán perdiendo. De ahí que el Ministerio de Yolanda Díaz haya propuesto que sean las empresas las que carguen con absolutamente todos los costes que implique la transición a trabajar desde nuestros hogares. No se dan cuenta –o no se quieren dar cuenta– de que con ello sólo lograrán o frustrar la transición al teletrabajo o promover la deslocalización de
empresas.
¿Prorrogar los ERTE?
El Gobierno ha acordado con los agentes sociales prorrogar los ERTE hasta el 30 de septiembre. Se trata de una medida que sin duda ayudará a conservar durante unos pocos meses más puestos de trabajo que alternativamente habrían desaparecido, pero que lo hará a un coste muy oneroso para el erario –alrededor de 9.000 millones de euros– y a costa de evitar que empresas en dificultades inicien su proceso de reestructuración –puesto que los ERTE contribuyen a aliviar sus gastos en nóminas mientras mantienen en suspenso la relación laboral–. Aunque es comprensible que empresas y trabajadores estén de acuerdo en este tipo de transferencias gubernamentales, en el fondo los ERTE sólo suponen una forma de diferir los problemas de fondo a los que se va a enfrentar nuestra economía.
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