Opinión

Eran diez negritos

De los «Diez negritos» de Agatha Christie al final solo quedará el recuerdo de una novela que a su vez recordaba otra. En este juego criminal de lo políticamente correcto, en el que el título de una novela puede provocar una herida ficticia, que sangra de mentira, como en una película «gore», van a morir todos los intelectos. El bisnieto de la escritora, que es el que se encarga de sus derechos, y que debe alcanzar un nivel de riqueza y aburrimiento que le permite dedicarse a estos menesteres, cambiará el nombre original (que ya tuvo polémica en su momento, cierto es, por considerarse ofensivo) por el de «Eran diez». Y efectivamente eran diez, pero ¡diez negritos! En la mesa que esperaba a los invitados a la macabra estancia había diez estatuillas. De diez negritos. Eso ya no puede cambiarlo la escritora y, menos aún, el pusilánime de su bisnieto, el señor James Prichard, otro de los que piden perdón por nada, por nacer, por ser el pariente de una escritora magistral y clasista, que así correspondía a una dama británica de su posición. Es un caso que costaría resolver a los bigotes de Hercules Poirot. Estamos cediendo tanto terreno a la gran presa, no ya de la censura, que son palabras mayores, sino de la estupidez, que al final nos anegará el alma y cangrenará los sentidos. Los antiguos bardos tachados de machistas, los dramaturgos, incluso los gays atormentados como Tennessee Williams, incluso el propio Lorca, asesino de palomas, de homófobos, y los cineastas, de torturadores. Se entiende mejor que el título se cambiara en los cuarenta que ahora, a la sombra de las manifestaciones y las uvas de la ira. No ayudará a acabar con el racismo, un veneno para el que se emplea el antídoto equivocado. ¿Ha cambiado en algo la vida de los negros después de la polémica por «Lo que el viento se llevó» o más bien al contrario, nos distraen en una batalla cultural mientras la vida sigue igual? Claro que muchas de las obras maestras que todavía nos dejan disfrutar parten de ideas obsoletas. La propia Biblia. ¿Hay que reformular la palabra de los dioses del Olimpo porque ahora ofende que la mujer de Zeus fuese la tercera? ¿Qué pasó con las demás? ¿Deberían pasar a la historia como mujeres despechadas? Los ofendiditos marcan el pase de página y un día no muy lejano las irán arrancado hasta que solo quede una portada.