Opinión
Unidad y concordia
Vivimos tiempos de una gran dispersión de pareceres y de posiciones, que ya no es reflejo de un legítimo pluralismo, ni la expresión de la pluriformidad y de la riqueza tan variada, complementaria, de la realidad, sino contraposición y descalificación entre ellas o división y enfrentamiento. Si nos asomamos un poco a la realidad de la situación española, tan convulsa y dividida peligrosamente, en la que desde instancias que todos vemos se está propiciando una propensión a la confrontación y parece conducirse a la sociedad española hacia la división, la ruptura. Costó mucho superar la confrontación de la que veníamos para alcanzar, entre todos juntos y unidos, la concordia, un gran futuro abierto en que se apostó por la reconciliación. Ciertos dirigentes, sin embargo, parecen empeñados, al menos con muy poca inteligencia y sentido social y político, en llevarnos o perpetuarnos en la división y un frentismo inútil y pernicioso frente a la concordia y unidad alcanzada con sacrificio, generosidad, respeto y sabias cesiones que se llevaron a cabo e hicieron posible el «milagro español», que fue modelo para otros pueblos. Nos están llevando a un guirigay de gran riesgo para el futuro. Aviso del riesgo que corremos y como ciudadano y obispo apelo a mantenernos firmes en la unidad y la concordia, debilitadas intencionadamente y frágiles en estos momentos, unidad y concordia que exigen que mantenernos en la verdad que nos hace libres y nos conduce por las sendas del amor que hermana y aúna y no disgrega. ¡Cómo echo en falta aquel gran documento de la Conferencia Episcopal «la verdad nos hará libres»! ¡Qué actual es ahora!
No sólo algunos dirigentes van por ahí, por la disgregación, sino además miremos que caminan por las mismas sendas y vericuetos medios de comunicación social, empeñados, parece, en agrandar diferencias, provocar confrontación e incentivar divisiones. Si se mira a medios de comunicación social a veces, sobre los mismos hechos dicen cosas tan distintas y contrapuestas que, al menos, propician desconcierto y desorientación. Ofrecen pronunciamientos muy distintos sobre los mismos hechos o realidades, hasta el punto que parece que estén refiriéndose a cosas distintas.¡ Tensiones innumerables hoy en día hasta parecer que lo normal, incluso bueno, es el disenso y el enfrentamiento en medio de una situación cultural de relativismo rampante y de fragmentación de la sociedad, de desintegración en la familia, de corrientes de opinión no sólo diferentes y plurales, sino contrapuestas y enfrentadas, unos contra otros y otros contra unos, una especie de guirigay y de disgregación en medio, sin embargo, de una globalización teledirigida más de lo que parece por poderes ocultos y encaminada a un pensamiento y sentimiento únicos.
Lo que pueden ser, o mejor, son respuestas verdaderas y válidas, por ejemplo, ante la fase final o terminal de la vida, la eutanasia, el suicidio asistido o los cuidados paliativos, por el contrario, se rechazan con frecuencia de antemano, porque no son las «mías» o las de mi parte o partido, o de mi ideología, basta que vengan de la otra parte o de ámbitos eclesiales conformes a la razón, para situarse ante ellas críticamente con rechazo o recelo. Sin embargo, es tan necesaria la concordia y la unidad ante cuestiones muy graves que en estos momentos afectan a todos y a nuestro futuro. No son cuestiones teóricas las que presento en este escrito. También podemos verlas en cosas tan concretas como las referentes a la Monarquía, o al Poder Judicial, o a otras cuestiones, como el amago de amenazas a la abadía benedictina de la santa Cruz del Valle o de la misma basílica, o el acoso manifiesto a la Comunidad de Madrid.
Así no haremos una sociedad libre y con esperanza; sin concordia nos suicidamos o nos «suicidarán», como me decía mi amigo Paco Umbral cuando emprendimos la aventura de aquel libro entre dos personas tan dispares, pero amigos respetuosos entre sí, como éramos Paco y un servidor y que no pudimos acabar. Así nos llevan a la ruina y es preciso decirlo para evitarlo y proseguir otros caminos que nos conduzcan a esa concordia tan urgente y necesaria. Apuesto por la unidad y la concordia y por eso ayer, martes, y hoy miércoles, en Valencia, convocados por la Diócesis de Valencia a través de Cáritas diocesana de Valencia, nos reunimos la Comisión diocesana para favorecer el empleo y en lucha contra el paro. Nos reunimos empresarios, patronales, trabajadores y centrales sindicales, profesores de la Universidad Católica de Valencia y Obispos para buscar entre todos, unidos, juntos, respuestas y soluciones al desempleo tan terrible en estos momentos derivados de la pandemia del Covid -19.
Y con este mismo espíritu de concordia y unidad, que no de disgregación, la Universidad Católica de Valencia y la Diócesis de Valencia hemos creado una verdadera Comisión de científicos expertos –médicos, investigadores, profesores de diferentes ramas de la ciencia, bioéticos– para poder ofrecernos orientaciones objetivas, verdaderas, válidas, fieles y fiables que nos puedan ayudar a situarnos ante esta pandemia y sus consecuencias. El Evangelio nos lleva a esto, y no teorizar ni hacer propaganda o buscar intereses que no nos llevan al bien común ni al bien de la persona. Es lo que Dios que ama al hombre y no nos abandona nos pide; esta es su voluntad, la que nos revela en Jesús, y así hemos de hacerlo con la luz de la verdad que nos hace libres y se realiza en el amor y unidos y no dispersos y menos aún confrontados como algunos, guías ciegos, equivocadamente pretenden, porque no saben lo que hacen.
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