Opinión
Volver a lo que somos, España
El lunes celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, Madre de España; conforme a una narración de la piedad popular se apareció en carne mortal, junto a la Ribera del Ebro, en Zaragoza, al apóstol Santiago, desalentado y desanimado en su obra de evangelización de la Hispania de entonces, y le alentó para proseguir su obra evangelizadora. El 12 de octubre es el día en que España comenzaba la realización de su mayor gesta de la historia, evangelizando el nuevo Mundo, América, a dónde habían sido enviados Colón y sus navegantes por la reina Isabel: Día de España y de la Hispanidad, sin manipulaciones, en el que evocamos su identidad, su historia, su grandeza, sus raíces que nos hablan de amor, de servicio, de unidad, de apuesta por el hombre, por la dignidad de la persona de todo ser humano sea quien sea, por lo que hoy llamamos derechos humanos, adelantándonos a otros pueblos, por la fe cristiana que está en nuestra base y fundamento como pueblo y nación.
Hoy resuenan en nuestros oídos aquellas palabras históricas del Papa, dirigidas a Europa, como si las dijese a nosotros, hoy. Pero resulta que nos han cambiado España, nos la están cambiando. ¿Cuándo íbamos a pensar en un proyecto de ley para España como el que está en el Parlamento sobre eutanasia y suicidio asistido situándonos con tal proyecto a la cabeza de otros países? Y la cosa no queda ahí, porque ¿cuándo íbamos a pensar que pudiésemos tener, desde hace años, la ley orgánica sobre «salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo», más «atrevida» de nuestro entorno? Pero si faltaba algo, ahora sale el grupo político Unidas Podernos con una aberración aún mayor, una auténtica perversión, y se atreve a proponer que se autorice el aborto sin consentimiento de los padres a niñas de menos de 16 años. ¿Se han vuelto locos o son hijos y embajadores, lacayos, del diablo? ¿Qué tiene que ver esto con la España que somos…, sus señas de identidad, cuya fiesta acabamos de celebrar el día 12, presididos por nuestro Rey, Felipe VI, heredero de la monarquía que inauguraba la Reina Isabel?
No puedo callarme, o dejaría de ser un Obispo como Dios manda, y si me silenciara a mí mismo dejaría de ser un buen español que renuncia a sus bases, a sus raíces, a su historia, a su fundamento en que se sustenta, y la traicionaría, como también traicionaría lo más sagrado para mí: mi ser cristiano, mi fe cristiana, que es lo que, por supuesto, más aprecio y amo, y me llena de esperanza y fuerza y valor, en medio de una situación difícil, muy difícil como la que estamos atravesando.
Cada día que pasa se nos ponen las cosas más complicadas, porque hay que ver lo que está pasando y parece que nos quedamos tan tranquilos; no las voy a enumerar porque están en la mente de todos; «estados de alarma», los que sean o se dicten, pero no nos alarmamos, ante esa situación que sí es, de suyo, alarmante y puede traernos destrucción, ruina en todos los órdenes, y carencia de futuro. Es preciso salir al paso en justicia, democracia, libertad, verdad, fraternidad; hace bastante tiempo vengo repitiendo ¿por qué no volvemos al Evangelio, como hace el Papa Francisco en su Encíclica «Fratelli Tutti», sin desvirtuarla»?, un texto que sólo puede ser leído e interpretado a la luz de la Verdad de Dios y del hombre, Jesucristo, a la luz de la razón y la sabiduría que ilumina la fe. ¡Animo, y con esperanza, con la ayuda de la Madre de España prosigamos el camino hacia una humanidad nueva, hecha de hombres y mujeres nuevos, con la novedad que nos enseña nuestra Señora del Pilar, Madre de España. Sigamos sus palabras en Caná de Galilea: «Haced lo que Él os diga!». Hagámoslo y veremos la luz en medio de la oscuridad envolvente.
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