Opinión
Potagia
La magia es lo contrario de la ciencia, quizás por ello (sus devotos, seguramente) la denominan «ciencia oculta». Y tan oculta, ya lo creo. Porque si hay ciencia en la magia, está muy escondida. También la llaman «arte» mágica, pues el arte, que utiliza todo tipo de recursos para comunicar ideas, crea valores reconocidos de manera universal, y por lo tanto tiene un prestigio, al igual que la ciencia, que dota de credibilidad a cualquier actividad que se presuma artística. En tiempos de crisis y de falta de confianza en el futuro, casi siempre se echa mano de la magia, de la misma manera que de la religión, para encontrar consuelo y una vía de escape que conduzca a la esperanza. Eso ha ocurrido siempre, especialmente durante el siglo XX, que es de alguna manera el anverso histórico y perverso de este XXI que nos ha tocado. Durante las épocas más duras de recesión y hambre, florecían las sociedades secretas, los magos y hechicerías, mientras que en las de prosperidad, se popularizaba el saber científico, el positivismo y el realismo más crudo. Como si la bonanza pudiera permitirse mirar a la verdad de frente, en tanto que la escasez necesitara de falacias, encantamientos y posverdad –o sea: de mentiras descaradas– para hacerse soportable. Los dirigentes políticos mundiales saben todo esto. Quiero decir que lo intuyen sagazmente, no porque lo hayan elaborado en sus procesos intelectivos, si los tienen, sino porque mantienen consejeros que ejercen de nigromantes del sentir de la opinión pública, con sistemas de escucha instalados en la rúa. Hoy los votantes (ya resulta difícil creer en el concepto «ciudadanos») están tan arrebatados como en tiempos de la Guerra Civil, y por tanto dispuestos a creerse lo que sus líderes digan. Si les ordenan creer en la magia, lo harán. La pandemia lo ha demostrado. Mensajes como: «El odio es amor», «la enfermedad ha terminado, nos vamos de vacaciones», «la verdad es la mentira que yo digo», o que en Venezuela ya es Navidad porque así lo ha decretado Maduro…, son magia política recibida por la grey como reconfortante subsidio. Abracadabra y magia potagia.
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