Opinión
El traje
El vicepresidente Iglesias estrenó ayer traje institucional de faena. La ocasión lo merecía: presentaba sus primeros presupuestos junto a su jefe colega de gobierno, y había que reforzar el momento con un mensaje estético de amplio espectro. Todos hemos concluido al verle así que estábamos ante un momento indubitablemente histórico. Cómo si no iba a abrazar Pablo Iglesias la árida estética del formalismo capitalista, tan incómoda como revelaban el indómito descoloque del nudo de la corbata y la holgura de la chaqueta cayendo malamente, como corresponde a los deshabituados.
Celebraban Sánchez e Iglesias dar salida en el Consejo de Ministros a unos presupuestos que nacen viejos antes de empezar a andar. La segunda oleada de la pandemia está empezando a destrozar los frágiles andamios sobre los que trataban de recomponerse las economías de las empresas y de las familias, que en este país a menudo caminan juntas. Y los cálculos de ingreso, como los de gasto y, desde luego, los de crecimiento de la Economía que recogen esos presupuestos, van a quedar tan emborronados e inservibles como las notas en el papel que arrastra la riada. Porque nos viene una riada. Además, con el agua acumulada de los caudales que arrasan al resto de países europeos.
El cuadro macroeconómico en el que se apoyan los presupuestos corresponde al verano o, como mucho, a septiembre, porque se presentaron a primeros de este mes de octubre. Y desde entonces todo ha ido a mal, a peor. La pandemia está fuera de control. Tanto, que el gobierno tiene intención de mantener el estado de alarma durante seis meses. Si ve las cosas así de crudas, ¿no tendría también que adaptar los presupuestos a esos tiempos venideros tan difíciles como para requerir la excepción legal? ¿cómo casamos la prevención ante lo que viene con su negación a la vista de estos presupuestos que exprimen a una economía ya exhausta?
Vende con orgullo merecido el bigobierno el mayor gasto social de nuestra historia y con él, la fórmula para salir de la crisis presente. Pero cabe preguntarse si podrá salir el dinero de una sociedad agotada y con horizontes de seguir perdiendo aún más fuelle
Porque esa es otra, seis meses de alarma. Perfecto. Indica que hay preocupación por el futuro. Ahora bien: ¿por qué seis meses? Es la misma pregunta que se le puede hacer a Casado en su alternativa ¿por qué dos? En ninguno de los casos se apoya la petición en datos o referencias emanadas de la ciencia o el criterio de salud pública.
Volvemos a la política. A la ocultación y la falta de explicaciones. A la representación teatral en el ruedo. A la fábula y, en el fondo, el engaño.
Los presupuestos nacen viejos y ofrecen mucho sin explicar de dónde saldrá en un momento de agotamiento social y económico. La alarma se propone para medio año y se contrapropone por dos meses sin explicar en ningún caso qué lo motiva. En ambos, presupuestos y alarma, se supone que se busca la eficacia y que se han hecho cálculos y medido magnitudes. Pero lo que queda es una impresión de fachada, de imposición que no aclara razones ni garantiza objetivos. De poca seriedad. Como si nos hubieran hecho un traje para la ocasión y se viera que o nos queda grande o largo de sisa o no hay quien sea capaz de ajustar como Dios manda la corbata.
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