Opinión
Infantilización social
Fernando Simón es uno de los principales responsables de la gestión de la pandemia en España y España es uno de los países del planeta que, con diferencia, ha gestionado peor esta pandemia. Las terroríficas cifras hablan por sí solas: más de 36.500 fallecidos que equivalen a unos 780 muertos por millón de habitantes. Entre los países desarrollados, sólo Bélgica nos supera y por diferencias metodológicas a la hora de contabilizar las víctimas. El dramático fiasco no se ha producido, además, a pesar de la ejemplar gestión desarrollada por Fernando Simón, sino en gran medida por culpa de ella: Simón minusvaloró totalmente la pandemia en un comienzo («España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado»), Simón animó a los ciudadanos a acudir a las manifestaciones del 8-M cuando la transmisión comunitaria estaba del todo descontrolada («Si mi hijo me pregunta si puede ir le diré que haga lo que quiera») y Simón desaconsejó desde un comienzo que los ciudadanos usaran mascarillas («No tiene sentido que los ciudadanos sanos usen mascarilla»). Una acumulación de gravísimos errores que se han traducido en muchos más contagios y en muchas más muertes de las que habrían tenido lugar con una gestión más profesional y acertada. Pero Simón no ha salido a pedir disculpas por nada de todo lo anterior, sino por un reciente chascarrillo sobre si las enfermeras eran o no infecciosas. Resulta deplorable que nuestra sociedad –o, al menos, una parte de ella: aquélla que sustenta a la coalición gobernante– se haya movilizado para exigirle a Simón una rectificación pública por un pobre chiste y, en cambio, no le hayan exigido que pida perdón, o incluso que dimita, por su nefasta gestión durante los últimos meses. Algo similar sucedió en 2014 cuando, en medio de la minicrisis del ébola, el propio Fernando Simón ordenó sacrificar al perro Excálibur generando una intensa contestación social que, sin embargo, no hemos observado con las decenas de miles de muertos durante esta pandemia. Como si los chistes o incluso el sacrificio de un animal fueran afrentas más graves que haber puesto en peligro la vida de miles de conciudadanos. Infantilización social a marcha acelerada.
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