Opinión
¿Dónde estaban entonces?
Hay una interesante derivada del insólito debate que el Partido Socialista ha encendido a cuenta del acuerdo presupuestario con EH Bildu que la semana pasada era un avance democrático de normalización, el lunes ya no era ni siquiera acuerdo, sino una aportación generosa y voluntaria de EH Bildu a la gobernabilidad de España, y hoy, a saber qué es, en qué parte del relato de la nueva normalidad política nos pondrá este gobierno tan de zigzaguear.
Concedamos a quienes sostienen y defienden la oportunidad de apoyarse en EH Bildu que no es ETA, ni la coalición se compone sólo de formaciones herederas de los movimientos de izquierda que la apoyaron, y que con su actitud está respondiendo a lo que durante décadas se ha exigido a la llamada izquierda abertzale, participar en las instituciones con la fuerza de sus votos. Concedámoslo y demos razón a quienes se apoyan en esas premisas para defender la pertinencia de su apoyo parlamentario a los presupuestos.
Lo primero que uno tiene que aceptar, entonces, es que este argumentario no es nuevo. Todo eso era cierto también cuando Sánchez negaba y descartaba a presente y a futuro cualquier acuerdo con ellos. A pesar de ello, seguían trazando una línea roja. ¿Por qué? Porque en la gestión de lo público no sólo se fijan estrategias por razones políticas. Hay además un componente de legitimidad moral que impide determinadas actuaciones, que marca ciertos límites. Y el PSOE de Sánchez no era partidario de rebasar esos límites. Ni siquiera considerando que EH Bildu, ni es ETA, era plural, y entraba en las instituciones. Ahora han cambiado de opinión. Y la razón es evidente: por puro interés partidario, para sacar adelante unos presupuestos que sin sus compañeros de grupo parlamentario, ERC tampoco aceptaría. O más allá, como avanzó Iglesias la semana pasada, para conformar una mayoría de Estado, aunque sea con quienes están por derribar ese Estado. Lo curioso es que para justificar este paso, utilizan aquel argumentario, que políticamente puede ser válido pero que moralmente no lo fue. Ahora sí. Ahora no sólo prima como justificación, sino que se devuelve contra los críticos al apoyo de EH Bildu dentro y fuera del PSOE.
Pactar con ellos es tan indigno hoy como cuando el PSOE no estaba dispuesto a ello. No basta que políticamente tengan un pase, o hasta dos. NO tienen legitimidad moral ni la tendrán hasta que no condenen el terrorismo, hasta que no dejen de organizar recepciones a terroristas, hasta que se desprendan de su carga viral, cuando pierdan ellos el miedo a ser menos de lo que son y de lo que fueron. Hasta entonces, pactar con ellos será indigno.
Y lo será por mucho que opinadores, medios y activistas sociales de izquierda asuman el nuevo discurso. Cuando el gobierno vetaba a EH Bildu no se oyeron ni leyeron críticas al PSOE por su actitud intolerable o irresponsable, por su falta de músculo democrático. Y vale que lo haga el PSOE sanchista, porque pesa esa pobreza crítica a la que obliga la disciplina de partido. Pero que haya quien desde ámbitos de pensamiento o expresión abrace con entusiasmo militante lo contrario de lo que se defendía o no se criticaba no hace mucho, señalando además a quienes discrepan, denota una preocupante limitación de pensamiento o, aún peor, un inaceptable sometimiento a los postulados del poder.
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