Opinión
Retroceso gravísimo: nueva legislación sobre enseñanza
¿Quién educa, los padres o el Estado? Si fuese el Estado retrocederíamos muchos años atrás a una dictadura y dejaríamos de estar en un régimen de libertad. Por qué camino se opta, ¿por el de una enseñanza pública, del Estado, única, o mejor, estatal y estatalista, o por una enseñanza de iniciativa social, plural y libre, democrática y para construir democracia en un sistema social y asentado en las bases de la democracia, y en el respeto al conjunto de derechos humanos y una nueva o renovada cultura con base antropológica firme y verdadera? Este es el nudo de la cuestión de la nueva Ley Orgánica sobre la enseñanza. Es lo que estaba en juego cuando se debatía el proyecto constitucional que optó por la democracia, la libertad, la justicia, la persona y el bien común. Por eso titulo este artículo como «retroceso gravísimo, la nueva legislación sobre la enseñanza». Lo siento muchísimo pero así es: un retroceso gigantesco, que nos llevará al abismo.
No sé si lo que quiere el Gobierno social comunista que nos rige y trata de dominarnos es esto: renegar del conjunto de derechos humanos fundamentales y de la democracia o abolirla y llevarnos a épocas pasadas o a otras de dictadura. Eso es lo que deja entender este Gobierno en muchas de sus actuaciones y hay que estar prevenidos y no permitir que avance en esa posición.
Hago estas afirmaciones considerando que es lo que hay en el fondo de la Ley de la ministra de educación, Sra. Celaá, pero, ¡ojo! no olvidemos que no es de sólo la Sra Celaá, sino de todo el Gobierno. Tampoco podemos clasificarla como una ley del PSOE, porque no lo es en su conjunto. Algunos destacados miembros del PSOE la clasifican como un «error fatal».
Algunas lindezas de esta propuesta legislativa: no ha habido ninguna consulta a personas directamente implicadas en el mundo en la enseñanza; se impone sin más, no se preocupa en absoluto de la educación de las personas ni del trato educativo de las personas, sino sólo de la instrucción , que es el nivel inferior de la institución escolar. Ignora, en consecuencia, la educación integral de la que nos habla el artículo 27 de la Constitución. No respeta la libertad religiosa, ni otras libertades, como es la de la libertad de enseñanza, que comporta, entre otras cosas, la capacidad de elegir por parte de los responsables principales de la educación de sus hijos, que son los padres; no respeta el derecho de la libertad que tienen grupos e instituciones sociales a crear sus propios centros, como hasta ahora se ha hecho y existe en todos los países libres; discrimina a los más pobres y vulnerables, como son los discapacitados; disgrega, divide o rompe a la nación española por las reducciones de la lengua española como lengua vehicular de la enseñanza; impone una ideología y unos valores, generará incultos y poco alfabetizados, no aporta ninguna innovación positiva a la escuela, a la enseñanza; y ¿para qué más? Sí, todavía hay algo más, la escuela es la institución de la sociedad y que tiene la sociedad, no del Estado, para una transmisión sistemática y crítica de la cultura haciendo hombres libres. ¿A dónde nos lleva esto?A una cultura única, sin libertad y sin pluralidad enriquecedora, en la que Dios no cuenta ni el hombre tampoco, sólo el poder de quienes la implantan y dominan con una pseudocultura que es ideología pura y llana. Pseudocultura apoyada en el relativismo, en la negación de la verdad, en la negación u olvido de Dios, en la privación de la libertad, en la absolutización de un cientifismo trasnochado, sin claves antropológicas que ofrezcan razones para vivir y esperar y edificar, unidos, una humanidad nueva hecha de mujeres y hombre nuevos donde se viva lo que somos en nuestra más profunda humanidad que es la de ser hermanos, solidarios y no individuos aislados, que pasan de largo ante los sufrimientos de los demás.
Una propuesta legislativa que nada aporta a la mejora de la enseñanza en España que queda muy detrás de otros países, o mejor en educación porque de lo que se trata en la escuela es de educar, aunque los sistemas escolares actuales renuncien a ella, es decir, a educar. No olvidemos que en la educación escolar integral no puede faltar la respuesta a la búsqueda de sentido de la vida, de las cuestiones últimas como es la enfermedad, la muerte, el futuro del hombre, el respeto verdadero a la casa común, la búsqueda y afirmación de la verdad superando el relativismo cultural, gnoseológico y moral imperante, tan destructor, y favoreciendo las relaciones y encuentro entre los hombres, las religiones, los principios filosóficos que algunos profesan que conduzcan por el camino de la verdadera fraternidad, base de la paz, las raíces históricas que nos constituyen como pueblo y pueblos en unidad.
Desde LA RAZON, quiero, humildemente, expresarme en libertad, y pedir, como ciudadano y como Obispo, defensor de derechos de los que no tienen voz, de los pobres y débiles, pedir al Gobierno, a las fuerzas parlamentarias que lo apoyan, que retrasen la discusión y votación de esta propuesta, que la retiren, porque sólo traerá daños a niños, adolescentes y jóvenes y ruina al conjunto de la nación que verá cerrado su futuro, su progreso y su desarrollo, y abocará a la sociedad una guerra escolar, que hay que evitar, y emprender, como se debía haber hecho, un diálogo y un pacto educativo que tanto necesitamos. Hago una apelación a los padres católicos y sus asociaciones, a las universidades católicas, a que unidos exijan sus derechos, de manera particular pido a las universidades de la Iglesia que con una sola voz respondan al gran reto de un cambio cultural que supere lo que esta propuesta y tantas cosas está demandando de estas universidades. ¡Todos unidos frente a esta propuesta legislativa por el bien de las personas, del bien común, de España!
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