Historia

La «expropiación» del pazo de Meirás

A los Franco les «expropiaron» el cadáver del abuelo con una sentencia del Supremo y ahora hacen lo mismo con un bien inmueble de su propiedad haciendo una interpretación histórica y jurídica delirante

A lo que estamos asistiendo estos días es jurídica e históricamente asombroso, pero, como me gusta recordar, hemos perdido la capacidad de escandalizarnos ante el partidismo que impregna la vida política española. En ningún país de nuestro entorno suceden las cosas estrafalarias que protagonizan el gobierno y los partidos que le apoyan. Al margen de las consideraciones ideológicas o las opiniones que se puedan tener sobre la dictadura militar del general Franco, la «expropiación» del pazo de Meirás es un despropósito. No existe una sentencia en firme y se han utilizado unas desmedidas e innecesarias medidas cautelares para que las administraciones se puedan repartir el botín.

La entrega de las llaves por magistrada a la directora del Servicio Jurídico gubernamental (no lo es del Estado a pesar de su pomposo nombre) es un escándalo y una insensatez que solo hace que reflejar los intereses partidistas que subyacen en todo el procedimiento. En realidad, es la expropiación a una familia, es irrelevante cómo nos cae, porque de lo que trata es de la verdad judicial y en este caso la Justicia, desgraciadamente, no sólo no ha sido ciega sino manifiestamente partidista. A los Franco les «expropiaron» el cadáver del abuelo con una sentencia del Supremo y ahora hacen lo mismo con un bien inmueble de su propiedad haciendo una interpretación histórica y jurídica delirante.

La insólita ceremonia de entrega de las llaves forma parte de una brillante estrategia de presión al resto de instancias judiciales para que nadie se atreva a revertir la sentencia. Los nuevos jacobinos consideran que el pazo ya es del pueblo. Muchos de esos sans culottes que se han manifestado ante el pazo reclamando la propiedad son hijos o nietos de aquellos que felizmente hicieron aportaciones para comprar el edificio y que Franco veraneara en Galicia. La primera gran mentira reside, precisamente, en el origen de la adquisición al establecer la ficción jurídica de que fue al jefe del Estado y no a Francisco Franco. Los juristas defensores del uso alternativo del Derecho aplauden fervorosos al igual que algunos historiadores que quieren restituir la memoria de Pardo Bazán en Meirás. No es una ucronía constatar que la gran escritora habría detestado a todos aquellos que se han conjurado en la «expropiación» del pazo.

Emilia Pardo Bazán no llegaría a ver el desastre que fue la Segunda República y la tragedia de la Guerra Civil porque murió en 1921. Desde luego no hubiera estado del lado del Frente Popular. Es algo que resulta tan evidente que nadie puede discutir. Los que ahora reivindican el pazo de Meirás son los «herederos» de aquellos milicianos republicanos que el 11 de agosto de 1936 asesinaron a Jaime Quiroga y Pardo Bazán y a su hijo de 17 años en la Pradera de San Isidro. Era un capitán de caballería que fue detenido y llevado a la checa del Círculo de Bellas Artes, donde sería torturado con su hijo. Doña Emilia había tenido a Jaime y dos hijas, Blanca y Carmen.

La primera estaba casada con el general de caballería José Cavalcanti de Albuquerque, que ganó la laureada de San Fernando por la carga de Taxdirt el 20 de septiembre de 1907. Alfonso XIII le agradeció con el título de marqués de Cavalcanti que se extinguió con su muerte, ya que no tuvo hijos. No parece que ningún miembro de la familia pudiera sentirse afín a aquellos que reivindican su memoria para justificar el destino del bien «expropiado». Es repugnante que los que asesinaron y torturaron al capitán Quiroga y a su hijo esgriman la memoria de la madre y abuela. Por cierto, Blanca Quiroga y Pardo Bazán donó la espléndida biblioteca de su madre a Franco habiendo podido hacerlo a cualquier institución. Es una prueba clara e inequívoca de cuál era su voluntad y sentimiento.

Los que hicieron aportaciones para la compra del pazo, empezando por Pedro Barrie de la Maza, fue a Francisco Franco. No imagino que esos contribuyentes, supongo que algunos aprovecharon para blanquear su pasado republicano y hacer que constara su adhesión al nuevo régimen, aclararan que era para el jefe del Estado. Es una interpretación tan disparatada que carece de cualquier rigor. Hay que ponerlo en el contexto de la época y si alguien les hubiera preguntado, empezando por la heroica magistrada o la intrépida abogada gubernamental, hubieran contestado que era para que Franco o el generalísimo tuviera una casa en Galicia, que era su tierra, y veraneara allí. Entiendo que hay tanto hijo y nieto de franquista que necesita lavar su pasado que no quiera aceptar que las contribuciones se hicieron con gozo y satisfacción. Es verdad que Barrie de la Maza la podría haber comprado sin menoscabo de su inmensa fortuna, pero entonces Franco no la hubiera aceptado.

Este es otro aspecto interesante teniendo en cuenta los despropósitos que se escriben e incluso son firmados por historiadores cegados por la ideología. He leído libros y artículos presuntamente académicos sobre la fortuna de Franco, pero a pesar de los esfuerzos de los investigadores la realidad objetiva es que no existe y eran especulaciones sin fundamento. Hay algo que no se puede esconder eternamente y es el dinero. Franco podría haber sido uno de los hombres más ricos del mundo si hubiera querido, porque controló España desde 1939 hasta su muerte. Directamente o por medio de testaferros se podría haber enriquecido. Lo único que tenía es lo que dejó en su testamento o las propiedades de su mujer, que por cierto pertenecía a una rica familia asturiana. Se le puede criticar por su régimen autoritario o por perpetuarse en el poder, pero me parece absurdo que un historiador o jurista pueda defender falsedades o apoyar la «expropiación» del pazo de Meirás. Es algo que no comparto ni como historiador ni como jurista.