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Opinión
Costuras zurcidas
Dicen que las costuras del Gobierno de coalición se están resintiendo por las diferencias en la agenda social de los dos partidos que la integran. Mientras el PSOE –o, al menos, algunos sectores de peso dentro del PSOE– estaría abogando por congelar el salario mínimo en 2021, por no derogar aspectos sustanciales de la reforma laboral o por reformar la Seguridad Social alargando el período de cómputo de las pensiones desde los 25 a los 35 años, Unidas Podemos se hallaría en una posición diametralmente opuesta. No es el primer choque entre ambos partidos y probablemente no será el último. Acaso cupiera entender estas diferencias programáticas como el fruto de una dispar orientación ideológica entre la socialdemocracia menos radical del PSOE y la radicalidad populista de Unidas Podemos. Y hasta cierto punto no cabe dudar de que es así: el tipo de país hacia el que les gustaría avanzar a los de Pablo Iglesias es un país mucho más controlado y teledirigido por el Estado que en el caso del PSOE (y eso que los socialistas también aspiran a agrandar mucho más el ya de por sí elefantiásico Estado español). Pero no pensemos que ahora mismo el enfrentamiento se debe a estas diferencias ideológicas de fondo: incluso los de Pablo Iglesias podrían conceder que, en un contexto de alta incertidumbre económica como el actual, convendría hacer una pausa en la revalorización del salario mínimo hasta que el escenario futuro se clarifique. No es eso, como decimos. De lo que se trata ante todo es de escenificar ante sus electores y ante sus grupos de presión (en el caso del PSOE, Bruselas) que PSOE y Podemos son partidos con un perfil propio y que hacen valer su peso dentro del Ejecutivo: el PSOE controlando las excentricidades del populismo de Podemos y Podemos garantizando que el PSOE mantiene un pie en la izquierda. Estamos, pues, ante un puro teatro para cortejar a sus respectivos electorados y justificar más adelante la utilidad del Gobierno de coalición. Una farsa que coloca la cosecha electoral de ambas formaciones por delante de cualquier mejoría de la calidad de vida de los ciudadanos: porque a los políticos lo que en última instancia les importa es su reelección, no el bienestar de sus súbditos.
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