Política

Fascismo, golpismo y poder

El detalle que se oculta en este relato es que Podemos prefirió evitar una coalición de gobierno después de las elecciones de 2015 porque Pablo Iglesias no quiso hacer presidente a Pedro Sánchez porque lo que quería era el sorpasso

El proceso está salpicado de episodios entretenidos, como esa charla de pasillo en la que la ministra de Hacienda le dice al vicepresidente segundo que no sea cabezón; o como ese instante en el que la ministra de Asuntos Exteriores asegura en el hemiciclo que la política sobre Venezuela la marcan el presidente y ella, y ese mismo vicepresidente, supuestamente encabezonado con algo, se pone en pie de un salto y abandona el escaño. Son escenas de despiste como los fuegos artificiales que lanza una aeronave militar en el intento de no recibir el impacto de un misil que se le viene encima. Contramedidas, lo llaman.

Las contramedidas, los fuegos artificiales, los episodios destinados al solaz general y la autoafirmación gestual dentro de la coalición de gobierno podrían evitar que aflore el fondo de la cuestión. Pero no es necesario zambullirse demasiado profundo para llegar al fondo. En definitiva, para saber de qué va esto. Y no va tanto de gestionar bien la cosa pública –lo habitual en las democracias occidentales–, como de crear un nuevo sistema. Es suficiente con acudir a los diarios de sesiones del Congreso.

En su última intervención parlamentaria, el portavoz de Unidas Podemos Pablo Echenique ha hecho un análisis interesante y revelador sobre la historia política reciente, al destacar una realidad aritmética incuestionable: que las fuerzas políticas que han conformado ahora la mayoría Frankestein ya disponían de suficientes diputados desde hace cinco años: «En las elecciones del 20 de diciembre de 2015, los partidos que hace dos semanas apoyamos los presupuestos obtuvimos un total agregado de 182 escaños; en las elecciones del 26 de junio de 2016, estos mismos partidos obtuvimos 176 escaños, una mayoría más exigua, pero todavía absoluta; el 28 de abril de 2019, la mayoría progresista y plurinacional obtuvo 196 escaños y, como comprobamos hace dos semanas, en las elecciones del 10 de noviembre de 2019, obtuvo 189 escaños».

Se pregunta Echenique por qué gobernó Rajoy cuando ya existía esa mayoría autocalificada como «progresista y plurinacional». Y se responde a sí mismo asegurando que la causa fue que Podemos no estaba en el gobierno. Y completa el argumentario al situar la culpa en «amplios sectores del poder económico y mediático» que durante cinco años lo han «intentado evitar por tierra, mar y aire» en su deseo de «subvertir la democracia», con «las cloacas del Estado intentando destruir a Podemos mediante métodos mafiosos», mientras hay una «pinza entre medios de derechas y otros supuestamente progresistas que publican mentiras para evitar que Podemos esté en el gobierno», porque «en los países modernos (…) no se usan fusiles para los golpes; se usa odio, se usan fake news, se usa difamación mediática y se usa la utilización (sic) espuria de la justicia». Eso, y todo lo demás. Esta trabajada tesis es el equivalente en la extrema izquierda populista a la conspiración judeomasónica a la que Franco era tan aficionado, en su obcecación por sostener su régimen.

El detalle que se oculta en este relato es que Podemos prefirió evitar una coalición de gobierno después de las elecciones de 2015 porque Pablo Iglesias no quiso hacer presidente a Pedro Sánchez, convencido de que si forzaba nuevas elecciones –como así hizo– daría el sorpasso al PSOE y el presidente sería él. Tal cosa no ocurrió.

Y también esquiva otro dato tan aritméticamente cierto como la existencia de una mayoría Frankestein: que Podemos ha perdido votos casi cada vez que los españoles han ido a las urnas desde aquel momento de apogeo en diciembre de 2015. Cosas de la política: cuando tiene menos escaños de los que nunca tuvo es cuando Pedro Sánchez ha decidido elevar a Podemos al Gobierno y darle el poder.

Y es este el momento en el que todo ha cambiado, porque según el sector Podemos del Consejo de Ministros ahora hay que «enviar a la ultraderecha al basurero de la historia». Su socio Gabriel Rufián, portavoz de Esquerra Republicana, remata el análisis al especificar que si los fragmentos de Frankestein que conforman la mayoría parlamentaria han optado por unirse ahora, no es por el entusiasmo que les provoca Pedro Sánchez: «Es gobernar simplemente a través de la suma de los espantados por la alternativa, de los espantados por el golpismo y el fascismo». Porque «hoy los golpes de Estado no se hacen con militares y con tanques; hoy los golpes de estado se hacen con periodistas y con digitales». Más contubernio judeomasónico.

El discurso puede ser cuestionado en sus motivos y en sus conclusiones. La simpleza funciona en política. Pero permite apreciar la firme determinación que tienen los once partidos de la mayoría que sostiene al Gobierno de coalición de convertirse, como dice Pablo Iglesias, en la «dirección de Estado», y de que tal cosa se solidifique para muchos años.