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Opinión

El discurso del Rey

El Gobierno se enfrenta en esta mísera Navidad, de un Dickens posmoderno, como de «Black Mirror», a jugar en dos bandos. El discurso del Rey, revisado por Moncloa, verso a verso, tendrá el visto bueno de una parte y la censura de la otra, esa que un día enseñó la patita y hoy «okupa» la casa entera con permiso de la autoridad. Nunca unos folios significaron tanto. La palabra vuelve a ser divina. El día después se sucederán las reacciones a las palabras de Felipe VI al que Pablo Iglesias prepara un escrache en sus redes mientras la mayoría de los españoles echa de menos a los cuñados; las madres, a los hijos; los abuelos, a los nietos. Y a los que no están y por los que habría que murmurar alguna plegaria laica acordándose del Ejecutivo. El propio Rey sentirá la herida de no ver a su padre. Al cabo, es una familia real. Si le pinchan, sangra. Ahí se echa en falta la mano del ministerio de Igualdad. Lástima que nuestro Rey no sea Baltasar y los escoltas no le exijan la documentación cuando sale de Zarzuela. ¡Ay, ese gabinete! El podemita quiere que el bálsamo del jefe del Estado se convierta en veneno para elefantes, dinamita para los pollos y farfulla para una resaca improblable a no ser que a los ancianos se les vaya la mano con el Bailey’s. El presidente ha dejado que el polvorón se seque demasiado en la garganta. Y los conflictos se hacen bola. Iglesias inventa un relato de la Corona, como los guionistas de «The Crown», solo que él no avisa de que buena parte de lo que dice no son hechos reales con la esperanza de que su séquito de rey León, golpe de melena, se trague el argumento. Se puede ser republicano sin interrupción, hasta se puede ser monárquico, lo que es imposible, Baudelaire, es aparecer sublime todo el rato, pavonearse de desleal con ese simple látigo sintáctico, no ya con el Rey, sino con el pueblo al que gobierna.Una vez comprobado que un año más no nos ha tocado la lotería, ese paréntesis distópico en el que por unas horas vivimos en el blanco y negro remasterizado de una película de Lubitsch, los españoles están a verlas venir entre la cepa, las previsiones del nuevo año y la madre que parió al toro de Manolete. Dejen reinar al Rey. Que ya están puestos los caganers.