Crisis política
¡Arde Washington!
La crisis de la política, que ha afectado a tantas democracias occidentales incluida la española, ha hecho presencia también en Estados Unidos
Hemos visto muchos ataques al Capitolio en las películas y series norteamericanas pero todos sabíamos que cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia. Así se las gasta Hollywood. Es la lógica del mercado. Pocos podían imaginar, sin embargo, que la cruda realidad imitara a la ficción, siquiera fuese burdamente, en un movimiento de masas azuzado por la irresponsabilidad de un perdedor. Las imágenes del templo democrático por excelencia, tomado por partidarios del aún presidente Trump, han dado ya la vuelta al mundo y han provocado –digámoslo en lenguaje técnico– un importante daño reputacional a la admirada democracia estadounidense.
No quero decir aquello de “se veía venir”, porque sería pretencioso por mi parte, sobre todo a toro pasado. Es cierto, no obstante, que Trump no acababa de digerir su derrota y que el ambiente en ciertos sectores movilizados de sus simpatizantes podía hacer presagiar algún tipo de incidentes; quizás no del calibre de los que hemos presenciado, pero incidentes al fin y al cabo. La polarización política que cualquier analista ha percibido en los últimos meses ha actuado como telón de fondo, y la sesión para ratificar el resultado de las elecciones ha sido como la mecha que atizó un fuego hasta entonces casi meramente dialéctico o tuitero.
Es grave que una institución política como la presidencia de los Estados Unidos haya permitido y alentado la deconstrucción consciente de la legalidad intentando actuar, mediante la presión, contra los poderes del brazo legislativo que iba a ratificar los resultados electorales, como era su deber. Parece lógico poner en duda la capacidad de Trump para seguir llevando formalmente los destinos de la nación hasta el 20 de enero, aunque el escaso margen de tiempo y el sentido común inviten a no tensar más la situación.
Aunque ya estaba ahí, no nos engañemos, se ha abierto una herida en la sociedad norteamericana que toca restañar desde el poder a Joe Biden y su equipo demócrata. No va a resultar fácil. Si llega con espíritu de revancha, los ánimos se encresparán aún más. Es la hora de la moderación tanto para republicanos como demócratas. Ni todos los que votaron republicano son trumpistas y sediciosos populistas, ni todos los que votaron demócrata son peligrosos socialistas que desean erradicar de la faz de la tierra todo lo que huela a conservador. Hay valores comunes que ambos partidos y sus líderes deben compartir, como lo hicieron en el pasado, para hacer de verdad grande al país.
La crisis de la política, que ha afectado a tantas democracias occidentales incluida la española, ha hecho presencia también en Estados Unidos. Su impacto es mayor dado su magnitud y simbolismo. Necesitamos los ciudadanos menos espectáculo y más gestión en la política, menos enfrentamiento y más cooperación, menos zancadillas y más juego limpio. Desgraciadamente no suele ser lo que nos ofrecen.
Carlos Barrera
Director del Máster en Comunicación Política y Corporativa
Universidad de Navarra
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