Opinión

No es lo mismo

En España están en el gobierno o lo apoyan quienes montaron lo de Cataluña o los que rodearon el Congreso

Aparca el coche justo cuando la radio está contando que hay seis comunidades autónomas que este día de Reyes han suspendido las vacunas. A Rafa, que fue paciente de cáncer y hoy es voluntario en una Fundación que se ocupa de los supervivientes, se le llevan los demonios cuando el calendario de atención sanitaria se ajusta al laboral, como si la salud entendiera de estaciones y fiestas. Qué solemne estupidez burocrática. Y ahora esto, que resulta que hay autonomías que hacen fiesta también con las vacunas, como si no hubiera prisa, como si no fuera urgente. Antes de subir a casa pasa por el bar de Serafín. Ya es tarde, hace frío y se anuncia temporal, pero quiere preguntarle por su madre, que está en una residencia y esperaba la vacuna uno de estos días. Apenas entra, junto al gratísimo golpe de calor que lo envuelve nada más atravesar la puerta, llama su atención algo que está dando la tele: un grupo de gente con banderas se concentra frente a un edificio oficial, como una protesta popular con estética de asalto pacífico. Los de Trump, le informa inmediatamente un parroquiano, que están rodeando el Capitolio. No puede ser, ¿allí? ¿Y no pasa nada? Si en ese país primero te disparan y después te dan el alto. Mucho blanco y banderas de barras y estrellas, algunas con el nombre del presidente. Les ha azuzado él, le detalla el propio Serafín. Les ha dicho que vayan a apoyar a los republicanos débiles, y ahí están. En ese momento, la televisión transmite las primeras imágenes de gente entrando en el Capitolio. Ante la sorpresa general, parte de los concentrados consigue entrar dentro del edificio y colarse por pasillos y parece que despachos. Un hombre de mediana edad dice a la cámara de televisión que están allí porque es su casa, porque les han robado las elecciones y porque no se sienten representados por esa clase política. No nos representan, asocia Rafa inmediatamente. Cuando se dirige a Serafín para preguntarle por su madre, éste se ha pegado a la tele, abducido por las impresionantes imágenes del asalto: cristales rotos, puertas forzadas, selfies en los pasillos del Capitolio en Washington. La casa que alberga al Congreso y al Senado. No nos representan, vuelve a pensar Rafa, que de nuevo dirige su atención a la pantalla colgada en un extremo del bar. Planos de destrozos en el interior, un tipo disfrazado de búfalo recorriendo pasillos, gente rodeando el edificio y mucho móvil levantado para dejar la hazaña en manos de la posteridad. Malditos fachas, dice un cliente, ¿Tú crees que se puede entrar así, al asalto, al templo de la soberanía popular? Si llegan a ser negros, añade, los fríen a balazos. Y envalentonado, dirigiéndose a un público que supone atento, pregunta ¿os imagináis algo así aquí? Un presidente azuzando a las masas…qué escándalo. Rafa está a punto de responder que todavía tiene en la memoria el intento de asalto del independentismo catalán al parlament un año después del referéndum «fake», y tras aquella alocución de Torra animando a la peña al «apreteu». Si no actúan los «mosus» con la contundencia que parece no existir en Estados Unidos, hubieran entrado igual que lo están haciendo el de los cuernos y su pandilla de supremacistas. Pero se lo calla, porque no quiere discutir ahora y porque quizá no sea lo mismo. Deslegitimar a un poder democrático porque no se adhiere a sus principios irrenunciables es muy del populismo, afecto a condenar a la casta política, así en abstracto. Los políticos de Washington, la clase dominante que nos engaña, nos explota y no nos representa. Contra la casta política, recuerda también Rafa, se movilizaron hace casi un lustro los de Podemos alrededor del Congreso cuando se investía presidente a Rajoy. Dice la tele que los de Washington han conseguido parar la proclamación de Biden como presidente. Pero quizá no sea lo mismo, porque los de Trump no son demócratas y los de aquí sí. Y no es lo mismo que asalte el parlamento un facha que un revolucionario. Además, solo rodearon el parlamento, no se colaron dentro como los golpistas armados de Tejero o estos cafres trumpistas.

Rafa decide dejar para mañana la conversación pendiente con Serafín y sin despedirse sale del bar. Hace frío. Mientras camina hacia su calle se pregunta por qué le ha sido tan fácil asociar lo que acaba de ver y lo que ha recordado haber vivido. Concluye que en todos esos casos era evidente el escaso respeto a la formalidad institucional de la Democracia por parte de grupos organizados que portaban en su ánimo verdades eternas como la patria ofendida o la maldad universal del enemigo. O sea, populistas de libro. Pero aquello no es comparable con esto. Aunque solo sea porque si en Estados Unidos el asalto es la traca final del mandato de un iluminado, en España están en el gobierno o lo apoyan quienes montaron lo de Cataluña o los que rodearon el congreso.

Y, evidentemente, eso no es lo mismo.