Elecciones catalanas

Illa, el niño bueno

No resulta muy edificante ver a los líderes de Ciudadanos pedir el voto de los electores catalanes mientras aseguran a los socialistas catalanes que pueden contar con su apoyo. Y es que en el PSC no aspiran a gobernar con los constitucionalistas. Lo que quieren es gobernar con podemitas y, si es imprescindible, con el apoyo de republicanos. El objetivo primero estriba en garantizar la tranquilidad del gobierno de Sánchez en los próximos años: un gobierno que responde poco a los deseos y las ideas de los electores de Ciudadanos. Además, esa forma de tripartito tiene como programa continuar la labor de cambio desde dentro que nos llevará, si nada lo remedia, a ese Estado compuesto que tanto ha mencionado Illa en estos meses.

La expresión de Estado compuesto evoca las antiguas monarquías como la española, con un soberano que reinaba sobre territorios diversos en su historia, en sus instituciones, en sus usos y costumbres, muchas veces también en su lengua. El soberano titular de un tal Estado no tomaba decisión alguna si no era mediante la negociación perpetua -la cogobernanza, en términos social-sanchistas, con los que estaban por debajo de él. En la adaptación de Illa, Estado compuesto significa dar un estatus nuevo a Cataluña (el País Vasco, ya lo ha conseguido, gracias al terrorismo y a la negociación de Rodríguez Zapatero con la ETA). Se neutralizará, por el momento, el proceso independentista, pero también se entra en la desaparición de la idea de nación española, reconvertida en una comunidad política muy distinta, con escasos lazos de solidaridad entre los “territorios” y un jefe del Estado mudado en una estampilla, perdidos el significado y la autoridad.

A los que viven fuera de Cataluña, la opción Illa les resulta difícil de comprender. Es un hombre gris, sin historial político ni personal destacable, y el primer responsable de la desastrosa gestión del covid-19, de la incapacidad de aprender de los errores cometidos en la primera y la segunda ola y, para rematar el currículo, el responsable del poco brillante inicio de la campaña de vacunación. A muchos catalanes, sin embargo, les resulta atractivo. Tal vez compartan esa especial fascinación catalana por quienes “mandan” en Madrid, o tal vez vean encarnada en él una opción tranquila -mientras no hablase de Madrid- ante el callejón sin salida del separatismo, que cae, efectivamente, en las encuestas. Tal vez sigan creyendo que los catalanes tienen una solución intermedia entre el nacionalismo y la unidad de la nación constitucional española, solución milagrosa que nadie ha descubierto.

Sea lo que sea, Illa garantiza la continuidad en la consolidación de la nación catalana además de la puesta en marcha de ese Estado compuesto con el que culmina el vaciamiento de España. Los electores no deberían hacerse ninguna ilusión al respecto. Menos aún los de Ciudadanos, cuya razón de ser, al fin y al cabo, era la consolidación de una opinión pro española y antinacionalista en Cataluña. No es eso lo que van a conseguir del hasta ahora ministro de Sanidad.