Salvador Illa

Illa

Salvador Illa, ya ex ministro de Sanidad, se marcha con uno de los peores balances de la gestión del coronavirus en toda Europa: nuestro país acumula en estos momentos 1.200 fallecidos por cada millón de habitantes: cifras superiores a las de Francia, Portugal, Alemania, Grecia, Holanda o Austria. Se marcha también en medio de una durísima tercera ola que, en estos momentos, se halla en España muy por encima de nuestros grandes vecinos: mientras que nuestra incidencia acumulada se ubica en torno a 900 casos por cada 100.000 habitantes, Reino Unido ronda los 500, Francia los 300, Italia los 200 y Alemania los 150. Se marcha, además, en medio de un clima de crispación con las comunidades autónomas, algunas de las cuales le habían reclamado aplicar medidas de restricción de la movilidad social mucho más duras para así tratar de contener la propagación de la pandemia durante esta tercera ola. Y se marcha, en definitiva, con la sospecha de que su gestión sanitaria ha estado permanentemente contaminada por los intereses políticos del Partido Socialista: la primera ola estuvo vinculada a la reacción tardía para permitir la celebración de la manifestación feminista del 8 de Marzo; la segunda ola, gestionada mucho más directamente por las propias autonomías, estuvo marcada por la imposición (política) del estado de alarma a Madrid cuando la incidencia acumulada y las hospitalizaciones ya habían comenzado a descender; y esta tercera ola, como apuntamos, está vinculada a la necesidad de que las elecciones catalanas se celebren el 14 de Febrero para mantener el “efecto Illa”, aun cuando ello suponga retrasar la adopción de medidas y no intentar frenar seriamente la transmisión del virus. En suma, Illa es un candidato que, como ministro, subordinó la vida, la salud y la economía de los españoles a sus ambiciones políticas y a las de su partido. Transmite una imagen verdaderamente deplorable sobre el estado de la fibra moral de los españoles el que un partido político considere que un ministro con este pobre historial como gestor y con un mucho peor historial como gobernante ético pueda ser un buen cabeza de cartel en unas elecciones. Se utiliza como reclamo todo aquello de lo que deberíamos huir.