Política

PSOE y PP no pueden renunciar al pacto

Pedro Sánchez tiene un objetivo claro: marginal al PP, dejarlo fuera del sistema y hacer realidad el maleficio que Pablo Iglesia dictó cuando dijo aquello de que «no volverán a formar parte del Consejo de Ministros». Una cosa es que lo diga el líder de un partidos populista –no hacer nada que esté en sus manos, aunque prometer lo que no está– y otra que se lo crea el propio presidente del Ejecutivo. Es legítimo que el líder del PSOE aspire a estar el mayor tiempo posible en el Gobierno porque de esta manera llevará a cabo su proprama –si lo tuviese– y, en consecuencia, que el líder de la oposición tenga difícil hacer lo propio. Ahora bien, otra cosa es impedir que realice su papel de control y de contrapeso en las decisiones de Estado que le corresponden. Esta degradación del sistema la hemos podido ver con la extraordinaria comparecencia de Sánchez en el Congreso después de dos meses, una ausencia justificada por el estado de alarma, pero injustificable en cumplimiento de la salud democrática. Pablo Casado fue claro y le expuso con claridad que su objetivo no era otro que impedir que el espacio de acuerdo entre ambos se redujera sin margen para llegar a pactos y, por contra, ensanchando los márgenes del tablero político a izquierda y derecha. «Si el centro político se comprime por los extremos, en ese río revuelto solo ganan los radicales y pierden todos los españoles», dijo el líder del PP. Sánchez no sólo despreció el ofrecimiento al diálogo –en coherencia con el olvido hacia los populares en la gestión de los fondos europeos contra la pandemia–, sino que al día siguiente incumplió el principio de acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) al incluir a dos candidatos del Podemos. De este hecho sólo podemos deducir o que Sánchez utiliza a Iglesias como unidad de choque para desgastar al PP –función que daría sentido a su plaza en el Consejo de Ministros–, o que no poder llegar a un acuerdo con los populares es el síntoma de su debilidad. Más allá de la posición de ambos partidos y la nada difícil travesía hacia el centro político bajo la presión de Podemos y de Vox, hay un síntoma preocupante en la actual coyuntura: la situación de la Monarquía parlamentaria, situada en el centro del debate político; la posición del independentismo en Cataluña, y, por último, las consecuencias de la crisis económica producida por la pandemia a corto plazo.

El bipartidismo representado por PSOE y PP fue útil para la estabilidad del país, y asegurar gobiernos con mayorías sólidas con un claro compromiso constitucional; la situación política ha cambiado con nuevos actores contrarios al consenso, pero los dos partidos mayoritarios no pueden renunciar a encontrar acuerdos en los grandes temas que debe afrontar España en este momento marcado por un proceso de deslegitimación de las instituciones democráticas y de crisis económica.