Vida cotidiana

La generación del 78

Esa generación estamos en un momento en el que tenemos el poder de la memoria y la nostalgia de este país es nuestra nostalgia

Tengo unos amigos que, antes de la pandemia, iban a los conciertos nostálgicos de los grupos de los ochenta y noventa. Aparecían por ahí OBK o lo que queda de OBK, Locomía o Rafa, que ya no es de La Unión, y supongo que uno se pasaba todo el concierto temiendo que saliese La Década Prodigiosa a cantar, 30 años después, canciones de 60 años antes, pues de ese viaje temporal y psicotrópico no es posible salir sano. A mí me asusta un poco todo eso, pero lo que, sobre todo, me echa para atrás es el posible aburrimiento: es decir, que aparezcan Los Rebeldes y antes de ponerse con Mediterráneo, empiecen con canciones suyas antiguas y a ver quién les dice que, perdón, pero es que esas no nos las sabíamos ni cuando éramos jóvenes.

Tienen éxito esos conciertos, como lo tienen los libros de «Yo fui a EGB». Los padres de ahora intentan hacerse una idea de los cursos de Primaria y de ESO de sus hijos comparándolos con los BUP y EGB, al igual que hicimos los primeros días del euro, cuando calculabas que eran unas 160 pesetas hasta que, por desesperación, y por dejar de sentirte idiota por cómo subían los precios, pagabas sin comerte la cabeza.

Porque los que nacimos en 1978 y en esos años de finales de los 70 y principios 80 crecimos con periódicos de papel y teléfonos con los que tenías que preguntar al padre de la pareja que te gustaba si se podía poner, mientras respondías a sus preguntas y no sabías si llamarle de usted o de tú, si decir «sí señor» o, directamente, colgar. Somos, también, los que aprendimos inglés con profesores españoles que te decían: «Mañana traed los homework» y te ibas a casa pensado que no era tan complicado ese idioma en el que entendías tres de las cuatro palabras. Lo malo: la que no entendías era lo que al día siguiente te iba a costar el suspenso (o Nm: necesita mejorar).

Lo que quiero decir es que esa generación estamos en un momento en el que tenemos el poder de la memoria y la nostalgia de este país es nuestra nostalgia. Y sin embargo, la actualidad, el poder que de verdad importa, aún no lo tocamos. Tengo, además, la pequeña sospecha de que va a pasar de la generación anterior a la posterior, sin molestarse a parar en nosotros.

Por eso, ver que en Madrid, Isabel Díaz Ayuso y Pablo Iglesias, que nacieron el mismo día de 1978, se van a pelear por mandar, mientras Gabilondo mira, deja algo de satisfacción: sí se puede. A ambos los podemos considerar, en cierta manera, como de los nuestros. Según se ha planteado este combate político, ¿no es evidente, que como los míos, los pupitres de las clases de ambos, estaban llenos de banderas nazis y signos comunista?

Efectiviwonder.