Opinión
A partir de mañana
A partir de mañana es el título de una canción mítica del recordado Alberto Cortez. Era muy amigo de los Campmany y solíamos coincidir en aquellas cenas buenísimas que nos preparaba Conchita quien nos premiaba en noviembre con trufa blanca que hacía traer de Alba, la localidad italiana donde se dan las mejores. Era un gran tipo, un gran cantautor sin estridencias, sin escándalos, podríamos decir que era un hombre tranquilo que imbuía relax con su presencia y su sonrisa. He de reconocer que muchos, para sonreír, tenemos que hacer un esfuerzo porque los avatares de la vida nos han dejado en el rostro un rictus agrio y una mirada triste de la que somos conscientes cuando miramos nuestro propio retrato. Pero vamos al leit motiv de hoy. A partir de mañana diremos el nueve de mayo, pero ¿qué haremos a partir de la fecha en que se termina el estado de alarma? Probablemente nada, y esto será la actitud inteligente porque no será momento aún, ni de lejos, de quitarnos la mascarilla, como harán los israelíes desde hoy mismo, pero, claro, ellos nos sacan años luz de adelanto: estamos en una posición ridícula frente a un pueblo al que hace no mucho intentaron aniquilar, borrar del mapa, siendo como son los más trabajadores y los más talentosos de todas las razas que pueblan el mundo. No hay más que echar un vistazo a los Einstein, a los Chagall o a los Modigliani, a los Freud, a los Kafka y por ahí, sólo para poner unos pocos ejemplos, que los hay a millones, de cabezas judías que sobresalieron. De hecho el Premio Nobel fue concedido a más de 850 personas, de las cuales 194 son judías. Aunque el pueblo judío representa tan sólo un 0,2% de la población mundial (1 persona por cada 500 habitantes del planeta), los judíos constituyen el 20% del total de los premiados.
A partir del 9 de mayo seguiré llevando mascarilla y también seguiré sin besar ni abrazar absurdamente a quien acaban de presentarme y administraré al máximo mis efusiones reservándolas para quienes de verdad cuentan para mí. Seguiré sin saludar con el codo, que me parece de podemitas. A lo sumo ofreceré mi puño para chocarlo con el de enfrente y ofreceré la mano lo menos posible porque, en general, la gente es poco aseada y no sabemos si esa mano está lo suficientemente limpia como para ser merecedora de juntarse con la mía. No es que muchos seamos así desde que comenzaron las normas para evitar contagiarnos, no. Muchos somos así desde siempre, más aún si hemos tenido un padre escrupuloso hasta límites insospechados y se nos ha quedado impreso en el cerebro el ritual diario de su extrema higiene.
No sé cómo andará de higiene el presidente Biden, pero de cabeza creo que no muy bien. Ahora anuncia que retirará todas las tropas americanas de Afganistán antes del 11 de septiembre, dejando a su suerte a un pueblo que necesita un manto protector para no desaparecer entre ellos, como ocurrió con los pueblos africanos que colonizaron los ingleses, los franceses o los belgas. Sé bien que son cosas diferentes, pero no se les puede dejar “a la buena de Dios” a quienes necesitan el sostén de quienes en otro tiempo les proporcionaron amparo. No sabemos cómo evolucionarán esos territorios, dominados por el imperio talibán, a partir del día siguiente. Todo es siempre a partir de mañana.
CODA. Ha muerto Bernie Madoff, autor intelectual de la mayor estafa piramidal en el mundo, que conoció el esplendor del manejo de millones de dólares de inversionistas que confiaron en su persona y saboreó también la amargura, el regusto acre de la derrota, la desgracia trágica de un hijo suicidado y el desprecio general de una sociedad internacional que hoy sonríe con su muerte. Descanse en paz, que buena falta le hace.
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