Economía

El impuesto más inmoral

«Los precios vuelven a subir. Todavía no preocupa, pero la inflación es un mal absoluto»

Rafael Termes (Sitges, 2018; Madrid, 2005) fue un banquero catalán, afincado en Madrid, que presidió entre 1977 y 1990 la patronal bancaria, la AEB. También fue una figura notoria y polémica en su época y un intelectual económico con pocos pelos en la lengua. «La inflación es un mal absoluto», defendía con vehemencia en tiempos en los que –al principio de la transición– los precios desbocados fueron uno de los grandes problemas de la economía española, como había ocurrido con regularidad desde el siglo XVI. Sólo el proyecto del euro ha impedido que España recayera en el viejo vicio inflacionista, con el que Gobiernos de todo signo camuflaron problemas y carencias históricos.

La inflación también asoló las economías occidentales tras las crisis del petróleo de mediados y finales de los años setenta del siglo pasado. Fueron necesarios hasta dos decenios para derrotar al fantasma inflacionario que sin embargo, siempre sigue al acecho, y que con frecuencia encuentra víctimas propiciatorias. Ahí están los casos de Argentina, Zimbabwe o Venezuela. Ahora, la inflación amaga con regresar. En España los precios escalaron hasta el 2,2% interanual en abril, el porcentaje más alto desde 2018 y en Estados Unidos han trepado hasta el 4,2%. Los expertos aseguran que es algo pasajero, consecuencia del alza de precios de las materias primas y, en España, también de los alimentos frescos. Es posible, pero también hay quienes sueñan –Gobiernos incluidos– con la inflación como método taimado para reducir deudas. Algo de inflación estimula la economía, pero los riesgos nunca desaparecen, como bien saben en el Banco Central Europeo, que tiene la misión de impedir el desmadre inflacionario. La inflación, por otra parte, siempre perjudica a los menos favorecidos y termina con tipos e interés por las nubes y devaluación de las monedas. Ha sido, durante siglos, la fórmula favorita de los gobernantes para horadar el valor real del dinero sin que la mayoría de los ciudadanos lo perciban. Por eso, como también afirmaba Termes, «la inflación es el más inmoral de los impuestos».