Opinión

El cuaderno de Chapu Apaolaza: ¿Quién manda en España?

La cogobernanza significaba que Sánchez delegaba en las autonomías las decisiones difíciles y pues él se apuntaría las glorias del ARN mensajero y de la de Pfizer

El Gobierno ha quedado desdibujado en la gestión de la pandemia y de ahí viene este apretar de tuercas y de persianas de las discotecas que está fuera de forma y de tiempo.

El Consejo Interterritorial de Salud ha adoptado unas medidas sanitarias rebonitas que ahora rechazan las comunidades. Hace dos semanas, el Gobierno no opinaba si cada comunidad debía o no aplicar el toque de queda; hoy se ordena cuánta gente puede sentarse en los bares. Dicen que no manda el Gobierno, ni las comunidades, ni manda Fernando Simón. No sé quién puñetas manda en España. La cogobernanza significaba que Sánchez delegaba en las autonomías las decisiones difíciles y pues él se apuntaría las glorias del ARN mensajero y de la de Pfizer. Convirtió a los presidentes autonómicos en los héroes de la pandemia y los méritos de la vacuna se los llevó Europa. El Gobierno ha quedado desdibujado en la gestión de la crisis y de ahí viene este apretar de tuercas y de persianas de las discotecas que está fuera de forma y de tiempo.

Pronto nos quitaremos la máscara y la mascarilla en un momento conmovedor. Si uno se come con mascarilla un caramelo de menta, llora más que con ‘La lista de Schindler’. Iremos por ahí con el Gepeto al aire, como ‘Vane’ la diputada madrileña de IU que puso la cara en la despedida de Iglesias. Perderemos el misterio. La mascarilla concede a nuestra belleza el beneficio de la duda. Hasta Oriol Junqueras parece hoy Nelson Mandela. Imaginamos bajo el embozo de los demás figuras apolíneas, narices de Cleopatra y dientes más blancos que Bildu. Salvo Yolanda Díaz -oh, ministra Campanilla- estamos más guapos tapados.

Susana Díaz va por el Susanato sonriendo de mitin en mitin. Luis Miguel Fuentes, que escribe por Sanlúcar de Barrameda, la describe como una reina castiza que pone el acentillo y le dice a todo el mundo: “¿Qué pasa ‘caniho’?”. Asistimos a la tercera guerra púnica entre sanchismo y susanismo. Él ha perdido el aje. A ella la veo sonreír en las fotos, presa de ese optimismo socialista obrero español que se supone que deberíamos sentir hasta vernos diciendo ole, ‘quillo’ y ‘trocotró’. La verdad es que yo no estoy muy flamenco. Ya casi no recuerdo aquel mundo que perdimos el que veíamos las caras. Se me ha olvidado lo fea que era la gente.

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