Sociedad
El valiente «petit chevalier»
Bravery le arrojó desde la décima planta de la Tate Modern hace dos años
En pleno agosto de 2019, Jonty Bravery, de 17 años, merodeaba por la décima planta de la archiconocida Tate Modern de Londres. Se fijó en un niño francés que estaba de vacaciones con su familia. Con un empujón, Bravery arrojó al pequeño desde las alturas. Un intento de asesinato en toda regla. Según confesaron después los allegados de Bravery, él había reconocido que le llamaba mucho la atención cómo sería matar a alguien desde un edificio elevado. La «suerte» que tuvo el niño, de tan sólo 6 años, es que no cayó al vacío. Una terraza del quinto piso del museo amortiguó el peor de los desenlaces. Sin embargo, la vida del francés quedó totalmente mermada. Perdió el habla. Las múltiples lesiones le dejaron sin autonomía. Para moverse necesita una silla de ruedas. Se pidió cadena perpetua para Bravery, aunque la sentencia se redujo a 15 años de cárcel. La británica Vicky D. se quedó horrorizada por el atroz suceso en la Tate. Ella reaccionó iniciando una campaña para ayudar en la rehabilitación y el tratamiento médico del pequeño. Al igual que Bravery no conocía de nada a su víctima, Vicky también era una perfecta desconocida de esta familia de turistas franceses. Aun así ya ha recaudado más de 320.000 euros. Explica que desde entonces se ha forjado una amistad y los progenitores la mantienen informada de los avances de su valiente «petit chevalier». El año pasado, el pequeño volvió a hablar y consiguió ponerse de pie por sí mismo.
Los padres han decidido dejar atrás la laxa condena del agresor y centrarse en «lo positivo». Y es que, por fin, a los 8 años, su hijo ha vuelto al colegio. Los compañeros le han acogido muy bien y él, como cualquier niño, está deseando hacer amigos. De momento, sólo irá a clase dos días a la semana, mientras sigue con sus agotadoras citas hospitalarias y sesiones ortopédicas. Sus fisioterapeutas le han construido un triciclo especial con el que ya sale a pasear flanqueado por sus padres. Poco a poco, su vida vuelve a la normalidad. La crueldad de un extraño solitario, redimida por gestos amables y solidarios de otros. Por cierto que los progenitores se despiden de Vicky y de los que les han ayudado moral y económicamente con un «cuidaos y cuidad de vuestros seres queridos».
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