Opinión

Una subida del SMI con la que está cayendo. ¿Estamos locos o qué?

La ministra de Trabajoy futura vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz, junto a Nadia Calviño, que pasará a ocupar la vicepresidencia segunda del Gobierno
La ministra de Trabajoy futura vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz, junto a Nadia Calviño, que pasará a ocupar la vicepresidencia segunda del GobiernoJavier LizónAgencia EFE

Aún no hemos salido de la crisis y apenas se ha iniciado la recuperación, la vacunación sigue su ritmo sin alcanzar la inmunidad de rebaño y en poco tiempo nos encontramos con que las previsiones de crecimiento para este año han sido reformuladas una vez más a la baja mientras que los fondos europeos no llegan y si lo hacen no alcanzarán los 27.000 millones presupuestados para este año. Las ayudas directas a las empresas no se ejecutan, la deuda pública supera el 125% del PIB, el déficit sigue desbocado, el paro apenas ha mejorado y es posible que nos de algún disgusto tras los meses de verano, miles de empresas han cerrado, otros tantos cientos de miles de autónomos están en cese de actividad, aún quedan 540.000 trabajadores en ERTE, seguimos con las restricciones a comercios y hostelería mientras el turismo sigue sin despegar, ambos sectores tienen más de 500.000 empleos en situación de alto riesgo una vez finalice la temporada estival, el subidón de la electricidad es la noticia del momento y supone un varapalo para las pequeñas y medianas empresas, que son las que generan la mayor parte del empleo en España.

Por otro lado, la subida de impuestos pretende recaudar 80.000 millones más a costa de los bolsillos ya vacíos de los ciudadanos, se prepara una reforma de pensiones que endurecerá las condiciones de los jubilados, los autónomos van a cotizar por ingresos, el impuesto de sociedades tendrá un mínimo, además se van a eliminar deducciones a empresas mientras que los matrimonios no podrán hacer la declaración conjunta, habrá que pagar peajes a la vez que el impuesto de matriculación está afectando a la venta de vehículos que pasa por horas muy bajas con un precio del combustible cada vez mayor, las comisiones bancarias, nuevos impuestos a los seguros, y así un largo sinfín de innumerables disgustos o

Pues éramos pocos y parió la abuela, ahora, en el peor momento posible, el Gobierno anuncia que va a subir el SMI en breve, lo que representa una estocada de gracia para muchas empresas y para las familias. Para las primeras porque se encuentran heridas de gravedad y esta subida puede representar una cornada mortal con pronóstico grave y, para las segundas, porque ya han demostrado varias instituciones, entre las que se encuentran el Banco de España, que la subida del SMI tiene un efecto colateral porque los costes laborales son de los más elevados de Europa, el despido de empleados, en concreto los más vulnerables y con salarios más bajos y contratos precarios, lo que lejos de mejorar su calidad de vida empeora.

Conforme subimos el SMI de forma progresiva y en una crisis, cada vez afecta a más personas ya que entramos en tramos de renta que afecta a más trabajadores, en zonas como Andalucía, Extremadura o Castilla La Mancha, se destruyen empleos como consecuencia del aumento de los costes laborales. No nos olvidemos de que en el pasado hemos visto fuertes protestas de los agricultores por la subida del salario mínimo y los bajos precios de los productos agrícolas.

Esto no puede terminar bien, porque una cosa es proponer medidas ideológicas cuando la economía va como un cohete y otra muy distinta seguir profundizando en las heridas de nuestro mercado de trabajo subiendo, a golpe de Decreto, el salario mínimo con la intención de que aumente un 25% en lo que queda de legislatura, todo un despropósito originado por quienes no han pagado una nómina en su vida y no saben lo difícil y duro que es levantar la persiana del comercio cada mañana. Menos mal, que nos protegen con el escudo social y que los impuestos sólo los pagan los ricos.

Aumentar el SMI en este momento es darle el golpe de gracia a nuestra economía, aunque aquellos que viven de un sueldo público no entienden ni de paro ni de condiciones precarias, ni siquiera tienen que preocuparse por actualizar su CV en las redes sociales ni esperar haciendo cola en el SEPE para renovar la demanda de empleo o para saber por qué no cobra su ayuda por estar en ERTE, todo ello porque no están en la realidad de la sociedad y viven en una burbuja desde donde se toman decisiones sin la suficiente cautela.

Y aun así hay voces que proclaman que la subida del SMI no tiene efecto alguno sobre el empleo, y si es así, es tan fácil como subirlo todo lo que uno quiera a ver qué ocurre con las colas del hambre y con las del SEPE.

El problema de fondo no es menor, no es que 50 euros más vayan a hundir a las empresas, es que llevamos acumulados en los últimos dos años casi un 30% de subida con lo que ello repercute en las cotizaciones sociales y, no nos olvidemos, en una mayor recaudación ya que el IRPF es progresivo y esas tablas no suben, ni siquiera lo harán a pesar de la subida del 2,7% del IPC que se toma como argumento para justificar el nuevo impulso al SMI.

Nuestro mercado de trabajo no ha dado un giro drástico como para acometer esta medida. Si seguimos empobreciendo a las clases medias para recaudar como sea, igual acabamos con la gallina de los huevos de oro y damos un paso atrás en nuestra economía, la situación es gravísima, aunque por ahora no estamos viendo las verdaderas consecuencias, pero es evidente que se pone en riesgo la reincorporación de más de 1 millón de trabajadores que están sufriendo las consecuencias de la pandemia.

Todo esto no significa que no sea bueno que los salarios suban, todo lo contrario, pero deben hacerlo de forma natural como consecuencia del crecimiento de la economía y la productividad, no de forma artificial sin guardar la necesaria cautela y prudencia que todo gobernante debe tener, y dejar de buscar caladeros de votos con este tipo de decisiones. Además, deben subir todos los salarios, no sólo aquellos de los que están abajo y que llevan acumuladas subidas del 30% en los dos últimos años, eso no es igualdad sino todo lo contrario, con el efecto añadido que genera internamente en las empresas en lo que a reconocimiento, responsabilidades y carrera profesional respecta, mediante la diferencia salarial entre unos y otros, pues si llevamos varios años subiendo abusivamente el salario de los que están en la base de la pirámide y no de los que están un peldaño por arriba, aparte de generar una injusticia evidente, se desmotiva a una buena parte del personal y lo que faltaba era una huelga o simplemente una nueva bajada en la productividad.

Lejos de beneficiar a los ciudadanos, estas medidas terminan afectado negativamente a los colectivos más vulnerables a los que paradójicamente se pretende proteger, quizás el beneficio sea para otros y de otro tipo.