Internacional

La isla de los Gatos, un dilema para Brasil

«Durante años fue reclamo turístico para los amantes de los animales y curiosos»

Al sur de Río de Janeiro, a 15 minutos en lancha desde el continente, un islote de apenas 5 kilómetros cuadrados sin agua ni recursos se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para las autoridades brasileñas. Isla Furtada está habitada por centenares de felinos. Rebautizada como «Isla de los Gatos», durante años fue reclamo turístico para los amantes de los animales y curiosos. También era una travesía que los brasileños hacían cuando se cansaban de sus gatos y no querían sentirse «tan culpables». Al igual que el estanque de la estación de Atocha con las tortugas en Madrid, los brasileños los llevaban –o pagaban unos reales a pescadores– para abandonar allí a sus gatos. Como si en isla gatuna fueran a ser más felices que en cualquier arrabal.

Antes de la pandemia varias ONGs se encargaban de vigilar y alimentar la siempre creciente población de gatos de esta isla. Pero el coronavirus ha golpeado duramente a Brasil. Las más de 482.000 muertes por covid-19 han exacerbado el abandono animal y las protectoras ya no dan abasto en tierra. Durante el confinamiento, los gatos dejaron de recibir comida y agua de voluntarios y pescadores. Circulan vídeos de corros de felinos alimentándose de cadáveres de otros gatos.

La secretaria de Sanidad de Mangaratiba, Sandra Castelo Branco, propone que se deje de atender a los felinos y que la Marina multe a los barcos con futuros «abandonadores», impidiéndoles llegar hasta Isla Furtada. Y ha sido muy criticada por ello.

Los animalistas reconocen que, al carecer de agua, esto supondría la muerte para la colonia. La otra opción para las autoridades sería trasladarlos a los refugios (saturados por el coronavirus) de la ciudad. Sin embargo, la gran mayoría de los gatos están asilvestrados y serían incapaces de socializar. Sólo los recién nacidos pueden ser reubicados, los mayores se han vuelto salvajes.

Según quién cuente el origen de estos colonizadores, la historia varía tanto como el tamaño de los gatos. No obstante, todos coinciden en que no era un animal autóctono y los expertos en felinos recuerdan la animadversión de los gatos al agua. Ahora viven rodeados por ella.