Opinión

Independentistas maleducados

No descarto que la ingenuidad y la ignorancia socialista nos acaben metiendo en otro lío

N unca he criticado, y no lo haré ahora, que alguien sea independentista. Está en su derecho. Otra cuestión distinta es la manipulación sistemática que se vive en Cataluña desde las instituciones que controlan y la conversión de TV3, Catalunya Radio, las escuelas, institutos y universidades en instrumentos al servicio del fanatismo. No se reducirá el nivel de independentismo mientras se siga engañando a los catalanes y el dinero público sirva para nutrir la maquinaria propagandística. A pesar de los miles de millones que llevan despilfarrados desde 1980, no han conseguido una masa social suficiente para justificar la destrucción de España y la creación de la «república» catalana. Este es un aspecto que me tranquiliza, aunque no descarto que la ingenuidad e ignorancia socialista nos acaben metiendo en otro lío. Hay que partir de la base de que cediendo no se conseguirá la normalidad, sino dotarlos de más instrumentos para alcanzar sus objetivos. España tiene un gran jefe del Estado en la persona de Felipe VI que no ha tenido un día de tranquilidad desde que asumió la Corona. Se ha convertido injustamente en el blanco de los independentistas y de la amalgama de los comunistas y los antisistema.

Los catalanes siempre hemos tenido fama de ser gente educada, pero esto ha cambiado con la llegada de los independentistas al poder. Aragonés, nieto de alcalde franquista, es un fervoroso patriota catalán al que la inhabilitación de Junqueras ha permitido algo tan asombroso como que sea presidente de la Generalitat. Es verdad que lo hace por «delegación» del líder de ERC, que es el que realmente manda en el terreno político. Lo normal es que estuviera recibiendo este domingo al jefe del Estado como el resto de las autoridades en el acto de inauguración del Mobile, pero decidió ir solo a la cena. Estoy seguro de que se sentirá muy orgulloso por su falta de educación. Es lamentable. Aragonés puede ser independentista, reivindicar esa república que serviría para que Cataluña fuera más pobre y para que los suyos sean más ricos y a la vez respetar las instituciones. No importa, porque no ofende quien quiere, sino quien puede. Al final, el presidente del gobierno catalán es un fiel reflejo del nivel de esa clase política y no hay que dejarse engañar por el pragmatismo de ERC.